Estaba yo tranquilamente haciendo mis quehaceres en mi despacho, nada del otro mundo pues es viernes y tengo como norma escrita (literalmente) que los viernes no se toca nada del entorno de producción, cuando me suena el teléfono. Es la chica de recepción, que me avisa que han venido (sin avisar, cómo no) unos técnicos para revisar el aire acondicionado, y me pide que baje para abrirles el CPD.
Sin problema. Bajo y me encuentro a dos señores, con una
escalera, una caja de herramientas, y una caja de cartón de grandes dimensiones
y forma alargada. Raro, pero en fin. Me presento, les doy los buenos días, les
abro el CPD y me quedo apoyado en el marco de la puerta con la intención de
vigilar la integridad de la infraestructura de la empresa cual dragón protege
su montaña de oro. Los señores, bastante eficientes para las horas y el día de
la semana que es, terminan bastante rápido de revisar los equipos de aire
acondicionado del CPD, pero la nota curiosa viene cuando abren la caja de
cartón y de ésta sacan dos extintores y un hacha. Un puto hacha en mi CPD. De
esas que parecen de bombero, con el mango de madera y el acero pintado de rojo
que molan tanto. Gracias, Chuck.
Tras preguntarles a los señores, me indican que (cosa normal)
son pluriempleados, y además de encargarse de la revisión del aire
acondicionado también instalan sistemas de protección anti incendios y les han
encargado sustituir los extintores del CPD e instalar un hacha de emergencias
por si se da la situación de que alguien se queda encerrado. Digo yo, que por
muy molona que sea el hacha, la puerta de acero del CPD no la rompes ni aunque
te pongas hasta las cejas de Red Bull, pero bueno. Más de uno de mis lusers
sería más efectivo con su cabeza contra la pared.
El caso es que a mi nadie me había notificado ni preguntado que
se iba a instalar un hacha en el CPD, y sinceramente, visto cuál es su
intención (poder salir si te quedas encerrado) y cuál será su efectividad
(nula), me da que sólo puede provocar desastres. De esas decisiones que toman
los señores que toman las decisiones sobre temas que ni entienden ni les
afecta.
Total, que los señores se van y yo decido que ese hacha casi
quedaría mejor en mi despacho, arriba. Así que me la echo al hombro y voy para
arriba. No fue hasta que llegué a mi despacho que me percaté de las caras de
los lusers al verme pasar con el hacha al hombro. Mi labios formaron una fina
línea cuando mi 8086 malvado comenzó a carburar lo que tenía que pasar a
continuación. De aguantarme la risa, digo.
– ManOwaR, ¿qué haces con eso?.- se
aventuró a preguntar Sancho, el de contabilidad, con cara de asustado. Es el
tipo de luser con cara de bonachón que te imaginarías comiéndose una cuña de
queso con pan y una bota de vino mientras pasea su rebaño de cabras.
– ¿Esto?.- respondí, con la misma naturalidad que el que viene de comprar el
pan y lleva la barra en la mano.- Nada, un sistema de seguridad que me acaban
de dar. Para cuando los lusers me tocáis demasiado las narices.- Sancho se
encogió de hombros y volvió a su natural inmersión entre los monitores, sus
montañas de papeles y su calculadora de tamaño Nictuku.
La situación se vio de pronto cortada por mi teléfono sonando.
– ¿Mande?
– Hola ManOwaR, soy Bárbara, de recepción.
– Pos dígame usted.
– Es que desde que te has ido, hay un ruido raro en la sala de servidores.
– Whoops. ¿Qué tipo de ruido?
– No sé, pitidos raros.
– Cagonlamar, voy…
Pitidos en el CPD. No puede ser nada bueno. Y teniendo en cuenta
que acaban de estar allí entes desconocidos puedo temerme lo peor. En viernes….
cagonla… dejo el hacha apoyada contra mi mesa y voy para el CPD. Efectivamente
se oyen pitidos, o más bien lo que viene a ser un politono de un móvil de los
90. Tras unos segundos conteniendo la respiración para escuchar atentamente,
efectivamente suena a teléfono móvil. Un Nokia 3310 concretamente, vaya
reliquia. El caso es que está justo debajo de uno de los armarios rack y no
alcanzo a cogerlo, así que decido que puedo encontrarle una utilidad de verdad
al hacha en el CPD. Subo a por ella, y al bajar voy silbando deliberadamente,
deleitándome con las expresiones de horror en las caras de los lusers. Me
siento como uno de esos demonios que salen en los libros de fantasía que se
alimentan del miedo de los niños. ¿O era de una peli? No sé. El caso es que me
encanta esta sensación.
Llego al CPD, y la de recepción me mira con la misma cara que
una creyente vería la cara de su Dios en la espuma del café. Cogiendo el hacha
por el canto, logro sacar el dichoso móvil, que no deja de sonar, de debajo de
uno de los armarios rack, y por fin le puedo echar el guante. Está llamando una
tal “Bruja malnacida” (literalmente) que me da muy mala espina, así que rechazo
la llamada, más que nada para tratar de buscar algún número en la agenda del
teléfono que me permita localizar a su propietario, pero la señora Bruja
malnacida es muy insistente y no cesa en su empeño. Finalmente me rindo, dejo
el teléfono en cualquier parte del CPD y voy a hablar con Bárbara para que
llame a estos señores y les diga que uno se ha dejado el teléfono olvidado.
Hácelo, y ni corta ni perezosa me pasa el auricular.
– ¿Hola?
– A la paz de Chuck, hermano.
– ¿Quién es?
– Soy ManOwaR, acabas de estar aquí en mi empresa revisando el aparato de aire
acondicionado del CPD. E instalando un hacha.
– Ah sí. Dime, ¿se ha roto algo?.- esa frase es mía ¬¬.
– Parece ser que uno de vosotros se ha dejado el teléfono olvidado en el CPD.
Un Nokia de los viejos.
– Espera. ¡¡¡MANOLOOOOO!!! ¿!SE TE HA CAÍDO EL TELÉFONO?!.- espero unos
segundos.- Que dice que no lo ha perdido.
– ¿Entonces?
– Que lo ha tirado.
– WTF?
– Me dice que hagas lo que quieras con él. Como si quieres estrenar el hacha.-
din din din din… se enciende la bombilla sobre mi cabeza.
– Pos vale, gracias.- clac. Cojonudo.
Me dirijo hacia mi sitio en la planta de arriba, no sin antes
percatarme de que el susodicho teléfono sigue sonando en el interior del CPD. A
ritmo apresurado recojo el hacha y me la vuelvo a echar al hombro ante la
atónita mirada del personal de planta, abro el CPD, y según entro empujo
delicadamente el teléfono desde la estantería a la porción de suelo más
cercano, apunto y ¡ZASCA! Resulta que los Nokia 3310, a pesar de la leyenda
urbana, no son indestructibles cuando se enfrentan a un hacha de bombero. O del
Left 4 Dead 2, más o menos. Eso sí, prestó buena resistencia pues me di cuenta
de que el filo del hacha quedó mellado. En serio. Hacen honor a su fama.
El caso es que cuando se me pasó el subidón de adrenalina me di
cuenta de que tenía que haber hecho bastante ruido, así que ¿por qué no hacer
más? Dejo caer el hacha sobre el suelo y salgo a todo correr del CPD. Una
pequeña congregación luseril había bajado a la planta baja, atraída por el
súbito olor a excusa para no hacer su trabajo.
– ¡Oh!, esperad un momento.- digo
mientras giro sobre los talones dirección de nuevo al CPD. Entro, recojo el
hacha y vuelvo a salir.
– ¿Qué decíais que hacíais aquí?.- casi ni me dio tiempo a terminar la frase,
que la mitad ya subía atropelladamente por las escaleras de vuelta a sus
puestos de trabajo.
Qué bien que me hayan dado un LART un poco más “a medida” que
los LART™ tradicionales.
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