miércoles, 29 de agosto de 2012

¡Despedido!

Después de las vacaciones, la rutina seguía día tras día. Por lo menos había logrado que me permitieran "trabajar" desde casa los martes y los jueves (y de hecho estaba pensando pedir a Faust ampliar este teletrabajo a tres días por semana).

El lunes volví a la oficina. Me resultó extraño encontrarme un correo electrónico de mi mentor, un tipo muy majo pero que rara vez hacía acto de presencia, en el que me preguntaba si iba a estar en la oficina el miércoles.Justamente, Faust se reincorporaba de sus vacaciones, aunque estaba bastante acelerado ya que el miércoles se marchaba de viaje a sudamérica, y no creí de recibo importunarle con mi petición con respecto al teletrabajo. Al fin y al cabo podría esperar. 

Como el martes yo trabajaba desde casa, ya no volvería a verle hasta pasadas unas semanas, así que fui a despedirme de él.

- Bueno Faust, creo que ya no te veo hasta... ¿cuándo vuelves?.- comencé mientras le ofrecía mi mano para que me la estrechara. Faust respondió con un pescado: su mano estaba fría y llena de sudor. Levantó levemente la vista hacia mi, con una medio sonrisa.
- Pues el 17 de Septiembre.
- Vaya, esa semana estoy de vacaciones. Recuerda que me guardé una semanita para las fiestas de mi pueblo.
- ¡Ah! Pues entonces te veré el 24.
- Vale, hasta entonces.

No me gustó nada la actitud de Faust, aunque la achaqué a que estaba bastante estresado con su viaje nada más volver de vacaciones, cosa normal (y una putada, todo hay que decirlo).

El miércoles volví a la oficina. El día transcurrió con normalidad, así que, como siempre, subí con un par de compañeros a desayunar (sí, al final Faust no logró que los compis me hicieran el vacío. Soy demasiado majo y no pudieron resistirse a mis encantos). Tras zamparnos el desayuno, bajamos a la calle a echarnos un cigarro. Al volver a subir, me entró un apretoncete, así que hice parada en el servicio. Durante la faena, decidí consultar el correo desde el móvil. Un correo de mi mentor diciéndome "He pasado por tu sitio y no estabas, ¿dónde estás?" estaba esperándome. Terminé la faena y salí del servicio. Al abrir la puerta me di de bruces con mi mentor, que estaba de camino a mi sitio para buscarme de nuevo.

- Anda, ¡hola!
- Hola ManOwaR. ¿Dónde estabas?
- Perdona, bajé a fumar.
- Ah, vale. Vente, que tenemos que hablar.- qué mal rollo...

Vamos a una de las pequeñas salas de reuniones, la más cercana a mi sitio. Allí, mi mentor ya tenía su portátil esperándole encendido. Se conoce que se había instalado allí para tener mi sitio a la vista y ver cuándo volvía a mi puesto de trabajo. Más mal rollo todavía... Entramos en la sala.

- Siéntate.- me dice, señalándome con la mano la silla que está en frente de la suya. Planto mis posaderas y me quedo expectante.
- Tengo malas noticias. Me sabe mal ser yo el que te de esta noticia pero...
- Estoy despedido.- le interrumpo. Me mira con cara de sorpresa.
- Pues... me temo que sí. Han decidido que hoy finalices tu contrato con el Equipo A.
- Bueno, no me pilla de sorpresa.
- ¿No?
- No. No eres muy consciente de mi situación actual, ¿verdad?
- Hombre, lo poco que me has contado.
- Pues eso. Llevo cuatro meses en los que solo vengo aquí a calentar la silla y juguetear con Excels. Han intentado hacerme la vida imposible para ver si me iba por mi propio pie, y este día tenía que llegar.

Se hace el sorprendido.

Tras una charla de 10 minutos en la que me cuenta que están supermegahipercontentos conmigo, pero que lamentablemente no me han podido encontrar nada, me dice que hacía ya dos meses que Faust pidió mi despido porque no podían seguir haciendo frente a los gastos que yo ocasionaba. Al poco, hace acto de presencia una chica de recursos humanos. Después mostrarme los "números" y las condiciones y darme una charla de 30 minutos sobre confidencialidad y los "core values" de la compañía, todos estamos de acuerdo y firmo mi finiquito y la carta de despido.

El despido es inmediato, así que vuelvo a mi sitio para borrar mis datos del portátil del curro. Después de hacerlo, comienzo a cerrar todas las aplicaciones que tenía abiertas para apagarlo y devolverlo en el departamento de informática, pero de pronto me doy cuenta de que, en la herramienta interna de chat que tenemos (o teníamos, debería decir) en el Equipo A, Faust está conectado. Valiente hijo de puta, después de tanto tiempo siendo mi mánager no ha tenido los huevos de decirme a la cara que me despedían. Y se despidió "hasta el 24 de Septiembre" con una sonrisa falsa en la cara. Falsa, o que el tío estaba disfrutando del momento.

Es hora de tomar cartas en el asunto.

Algunos recordaréis que logré hacerme un túnel directo al equipo de Faust. Por suerte, aunque no está en la oficina, está conectado por VPN, así que puedo colarme sin el menor problema. Veo que está justamente tratando de imprimirse unos billetes de avión recién comprados con destino sudamérica. Al ser mánager, tiene una especie de "tarjeta oro" para viajes, mediante la cual puede comprar y pagar billetes de avión de forma rápida y cómoda.

Bloqueo los documentos que estaba tratando de imprimir, y modifico el destino de los billetes. Creo que a Faust le encantará el nuevo destino que le he escogido para su viaje: el aeropuerto de Bulawayo, cerca de las preciosas Cataratas de Victoria, Zimbabwe. Y en vuelo directo, HOYGAN. Elimino el trabajo que envió Faust y mando a imprimir sus nuevos billetes, con la esperanza de que, con las prisas, ni siquiera se fije en el destino. Espero un poco y, efectivamente, a los 30 segundos pierdo la conexión con su equipo, señal inequívoca de que Faust ha apagado el portátil y se marcha apresuradamente al aeropuerto.

Buen viaje, y buena suerte, hijo de puta.


miércoles, 22 de agosto de 2012

La Orcoñora y la orconiña

Era yo un tierno imberbe cuando comencé a trabajar en el mundo de los unos y los ceros; no imberbe porque no me hubiera salido todavía la barba, sino porque mi experiencia en la informática era prácticamente nula.

Obtuve mi primer trabajo gracias a un conocido y amigo que ostentaba una pequeña tienda de informática en el pueblo. Tras un grave desacuerdo con el arrendatario del local, decidió mudarse al pueblo de al lado, donde el alquiler le salía bastante más barato y había más potencial para captar clientes al ser un pueblo bastante más grande. Mi labor se limitaba a los fines de semana, y consistía en atender a los clientes y solucionar problemas de hardware que mi jefe y amigo me proporcionaba, dado que su principal labor, aparte de dueño de la tienda de informática, era ser perito de una aseguradora. La tienda de informática también era un ciber café, y normalmente siempre me sobraban un par de horas para viciarme con los chavales que lo frecuentaban a diario. No me pagaba mucho, 20 euros al día, pero cuando acabas de cumplir los dieciséis años, sacarte 40 eurazos por un fin de semana haciendo lo que te gusta es todo un dineral, y más en aquellos tiempos.

Ese fue el comienzo del BOFH que suscribe estas líneas, hace ya 12 años. Y ahora me encuentro en una situación bastante precaria. Mi actual labor, después de haber pasado todas las historias que habéis leído en este blog y muchas otras más, consiste en introducir incidencias que llegan por email en un excel, además de dedicar buena parte de la mañana a buscar otro trabajo en las páginas de empleo online. Mi mánager fue (por fin) claro conmigo: "No hay sitio para ti, búscate otra cosa". Le agradezco esa sinceridad porque así sé lo que me espera, pero después de casi dos meses en búsqueda continua y a piñón fijo de un nuevo empleo sin encontrar nada, empiezo a desanimarme. Y más cuando he recibido no menos de dos docenas de llamadas telefónicas de empresas supuestamente interesadas en mi candidatura, además de haber asistido a, al menos,  6 entrevistas de trabajo en este tiempo. Todas con resultados similares: "Ya hemos cubierto el puesto", "Al final vamos a cubrir la vacante con un interno", o la que peor me sentó "Es que eres demasiado joven, buscamos a una persona de más de 30 años".

Esta situación me hace sentirme como si estuviera vagando entre tinieblas, como un velero al que se le ha partido el mástil y navega a la deriva sin rumbo ni dirección. Por un lado tengo un "trabajo" desmotivador, cansino, pesado y amargante, que me pilla a 52 kilómetros de mi casa (104km ida y vuelta), y con el que en este momento y como ya expliqué anteriormente, pierdo dinero. En el otro frente está una búsqueda infructuosa de trabajo, con empresas que buscan ingenieros técnicos para puestos de operador cobrando sueldos de recogedor de cacas de mono en el zoo (con todo mi respeto a éstos).

Por suerte, me he labrado cierta reputación como especialista en hardware entre amigos y conocidos, y normalmente logro sacar un pequeño extra mensual que me ayuda a sobrellevar la situación económica, al menos de momento.

El caso es que en esta situación tan descorazonadora, hasta la tarea más simple se me hace cuesta arriba. Después de pasar unos días en Asturias, Burgos y Huelva en mis vacaciones, vine a casa bastante despejado (aunque tremendamente cansado físicamente). No obstante, fue llegar a casa y el simple hecho de recordar que tenía que volver al trabajo me jodió mis dos últimos días de vacaciones. Menos mal que mi reincorporación era en jueves, así que solo me esperaban dos días de infierno hasta el fin de semana, en el que tenía planeado descansar para poder volver a la carga con energías renovadas.

El jueves pasó bastante tranquilo (entre otras cosas porque casi todo el mundo seguía de vacaciones), así que pasé una buena tarde de relax jugando al ordenador. Cuando cayó la noche, saqué al perro, me di una buena ducha, y me fui al salón con una copita de pacharán casero hecho por mi señora madre, el tabaco y un libro, en este caso uno de zombies del señor @Manel_Loureiro.
Como todo buen libro, te atrapa en la lectura (en mi caso hay momentos en los que incluso se me acelera el pulso mientras leo), así que ahí estaba yo, con mi copichuela, mi cigarrito y mi libro, ensimismado en la lectura. De pronto, escucho un ruido en la ventana del balcón. Inmediatamente me da un vuelco el corazón y aparto la vista de la lectura. Espero un par de segundos y vuelvo a las líneas, pero un nuevo sonido, bastante humano, me aparta de ésta de nuevo.

Cierro el libro y me acerco con recelo a la ventana de la terraza. Al ir a poner la mano en el abridor de la puerta corredera sucede una tercera vez, y esta vez se escucha claramente un gruñido.

- ¡Coño!.- pienso para mí mismo. Estar leyendo un libro de zombies y que te suceda esto acojona un poco. Con el corazón a mil me dispongo a abrir la ventana, pero la parte racional de mi ser me insta a ir al zulo a por el machete, por si las moscas (sí, soy así de racional). Machete en mano, vuelvo hacia la ventana, y un cuarto gruñido hace que la adrenalina me salga hasta por las orejas.

¿Sabéis cómo es esa sensación? Adrenalina rebosando por todos los poros de la piel, corazón bombeando a todo trapo presa de la excitación. Sí, excitación, no miedo. Excitación de pensar "por fin"... Lamentablemente, mi excitación se transforma al instante en decepción, ya que al abrir la ventana no había un zombie esperando ser descuartizado por mi machete militar, sino la vecina del bajo, con los rulos y el delantal puesto, graznando mi nombre. No llega a ser un zombie aunque lo parezca, más que nada porque en su dieta hay cierta variedad, sin embargo es el tipo de señoras a las que podríamos englobar con el término "Orcoñoras". Sacad vuestras propias conclusiones del porqué llamarlas así.

La Orcoñora, que estaba graznando mi nombre a todo volumen, de pronto se queda parada cuando me asomo por la ventana de la terraza para ver qué quiere. Me doy cuenta de que sigo con el machete en la mano, ¡Ups! Lo escondo rápidamente detrás de la espalda.

- ¿Qué pasa María?
- Oyeeeeeeee.... ¿tú eras informático no?
- Desgraciadamente.
- ¿Ñeee?
- Joder... que sí, que soy informático. ¿Se te ha roto la lavadora o qué?
- No hijo esa funciona bien, es el ordenador de la niña que no sé qué le pasa.
- Y querrás que yo te lo mire, ¿a que si?
- ¡Eso es! - ala, con todo el descaro. Y gratis, por supuesto. En fin...
- Vale, ahora bajo. Ve abriéndome una cerveza, que ya sé yo que con dinero no me lo vas a pagar.

Mientras dejo el machete militar en su sitio, me pongo algo de ropa y me dispongo a bajar, no puedo evitar preguntarme en qué clase de enfermo mental me estoy convirtiendo. Este periodo de "inactividad laboral" me está pasando ya factura mentalmente. Acto seguido me pregunto qué clase de enfermedad mental tendrá la Orcoñora esta para llamarme a voz en grito a las 10 de la noche en lugar de subir a mi puerta o, digo más, esperarse al día siguiente a horas menos indecentes.

En fin, salgo, bajo las escaleras y llamo a su puerta. La Orcoñora María me recibe con sus rulos y su bata rosa de terciopelo.

- Pasa pasa, que mi hija está en su habitación. - como si yo supiera dónde está la habitación de la Orconiña, no te jode...

Apenas llevo un año viviendo en este bloque de pisos, pero alguien se enteró de que soy informático, y por supuesto en seguida me convertí en "el informático" de la comunidad. Manda huevos, pero si todavía no sé ni cómo se llama el 90% de mis vecinos... en fin...

La Orcoñora María me lleva a la habitación de su hijita de dieciséis años. Una mezcla de pósters de Hello Kitty, Justin Bieber y los Backstreet Boys inundan paredes y techo sobre un fondo rosa sobre el gotelé. Vaya tela, hasta el puto edredón de la cama es de Hello Kitty, coño... qué repelús. Al final esto está resultando peor que el apocalipsis zombie que tanto ansiaba...

- Bueno, ¿dónde está el cadáver?.- La niña me tiende un netbook de estos de 11 pulgadas, blanco, adornado por no menos de una decena de pegatinas con estrellitas y pegatinas.
- No enciende.- me dice prácticamente sin mirarme, mientras masca chicle a una velocidad absurda.

Cojo el netbook con dos dedos y lo voy girando para mirarle por todos sus ángulos. Talque así...


El aparato tiene ostiones por todas partes. No, no soy un malhablado (bueno, un poco sí), ese netbook no tenía golpes, tenía auténticos ostiones por todas partes. Parecía que había sobrevivido a una competición de Destruction Derby... La carcasa estaba totalmente resquebrajada por varios sitios, le faltaban tres de las cuatro patas de goma, y la pantalla estaba medio descolgada, dado que se había roto una de las dos bisagras. En cuanto a la batería, motivo por el cual el portátil no encendía, estaba suelta porque se había roto una de las dos pestañas de sujeción. Nada que no pudiera apañarse.

- Vaya manitas de uranio tienes, maja.- le dije a la chica después de mi exhaustivo análisis.
- ¿Eing?
- Que está hecho polvo el portátil este.
- Yap, es que se me ha caído unas cuantas veces.
- ¿En la boca de un cocodrilo o algo así?
- Tsck.- la chica me responde con un gesto agrio. Pues estoy yo para aguantar tonterías, HOYGAN.
- ¿Tienes cinta americana?
- ¿Eso qué es?
- Como cinta aislante, pero más gruesa y resistente.
- ¿Gruesa?
- Gorda.
- ¡Pero qué dices tú pringao!- tócate los huevos.
- La cinta americana, que es más gorda que la normal.
- Ah coño. Pues no sé, dile a mi madre a ver.

Voy a ver a la señora, que está en la cocina haciendo la cena.

- María, ¿y mi cervecita?
- Sírvete tú mismo hijo, en la nevera hay de tó.
- Pos vale.- Abro la nevera y me cojo una latita de Mahou. Joder, y yo bebiendo cerveza cutre del Carrefull.
- Oye María.- le digo mientras me acomodo en una silla de la cocina mientras le doy un sorbito a la cerveza.- ¿tenéis cinta americana?
- Ay hijo, no lo sé, eso es mi marido el que sabe, pero está de viaje con el trabajo.- en ese momento la hija aparece con el aparato.
- Bueno, ¿me lo arreglas o qué?
- Qué. Sin cinta americana no puedo. Si queréis me lo llevo y mañana os lo traigo arreglado.
- ¿Y no puedes ahora?.- me dice la niña.
- No tengo en casa, tendría que ir a casa de un amigo, y a estas horas ya no quiero molestarle.- incido con el tono en la última parte de la frase, a ver si se dan por aludidas.
- Joder. Pues por lo menos a ver si haces que vaya más rápido.- la niña deja el portátil sobre la mesa y se va con mala cara. Se ve que se le ha jodido la noche de chateo por Tuenti, o algo... Que se joda, encima que voy a estas horas quiere que se lo arregle en el momento como por arte de magia.

Apuro la lata de cerveza y me despido. Subo a mi casa con el portátil, sin cargador (fallo mío). Cojo un poco de cinta americana (que sí tengo) y le fijo la batería bien. Enciende a la primera. Tras siete minutos de arranque, entra al escritorio. Un fondo de Justin Bieber me da la bienvenida. Joder...

El ordenador, si de por sí es lo más bajo de la gama, va lento de cojones. Necesita un formateo urgente, y no seré yo el que lo haga. Para que vaya "más rápido", borro archivos temporales y demás patochadas, incluyendo 700Mb de logs del messenger, fotos de hello kitty y le cambio el fondo de escritorio por uno totalmente negro. En el registro de Windows le imposibilito el volver a cambiarlo. Que se joda. Edito el msconfig y desactivo un montón de chorradas para que vaya más rápido de verdad. Reinicio para hacer la prueba y el tiempo de arranque ha disminuído a solo 4 minutos. No está mal.

Al día siguiente, al llegar a casa y terminar de trabajar, pensé en ir a devolverle el portátil a la Orconiña, pero decidí que era mejor idea quedarme tranquilamente echándome un vicio al ordenador. Por la noche, a la misma hora que me interrumpieron la lectura el día anterior, bajé a casa de María la Orcoñora. Me abrió la chiquilla.

- ¡Anda! ¡Por fin me lo has arreglado! ¿Ya va más rápido?.- me arranca el netbook de las manos.
- Sí hija sí.
- Pues gracias.- me despide cerrándome la puerta en las narices. Será desagradecida...

Subo para mi casa de nuevo, pero justo a tiempo, antes de que entrara en la comodidad de mi hogar, pude escuchar a la Orconiña gritando "¡PERO QUÉ ES ESTA MIERDA!".

Que se joda...