miércoles, 23 de febrero de 2022

Caos: versión dos punto cero

Seguramente os enterarais de que en Septiembre del año pasado sucedió una tragedia, relativa a un terremoto que dejó a toda una gran ciudad sumida en el pánico. Mucho se trabajó para volver a levantar todo -y todavía siguen, me consta- y recuperar la normalidad. Y cómo no, porque soy el puto pupas, la situación me salpicó también a mi. Bienvenidos a la historia del Caos 2.0 (la 1.0 fue hace ocho años).

 

Como todos los días, llegué el primero a la oficina. Entré, desconecté la alarma y tras subir a mi despacho y encender el ordenador, lo primero que hice fue revisar las alertas de la noche anterior. Una de las sedes internacionales aparecía desconectada, pero no me preocupé porque el rack de servidores es europeo y tienen un adaptador de corriente de mierda para poder enchufarlo allí, y muchas veces se desconecta en cuanto alguien se tira un pedo (además, el armario rack está en medio de una sala con gente, ni CPD ni pollas que eso cuesta dinero).

 

Pero resultó bastante más grave la situación; cuando empezaron a llegar los compañeros a la oficina, estaban todos hablando del susodicho terremoto. Afortunadamente ya habían conseguido hablar con la gente de allí y estaban todos bien. Estábamos a la espera de ver si el edificio donde está la oficina había resultado dañado, y para ello había que esperar a que las autoridades revisaran el edificio para determinar si era o no seguro volver a él.

 

Primera parte: Porfidio

Y entonces nuestro querido líder tuvo una de sus grandiosas ideas: como sí que les permitían entrar a coger cosas, decidió que los trabajadores se llevaran sus respectivos equipos a sus casas y que trabajaran desde ahí. Sin decirnos nada a los informáticos, por supuesto. Así que, al día siguiente por la tarde se sucedieron las llamadas de este tipo:

 

– Sistemas…
– Hola ManOwaR. Oye, que no puedo entrar al servidor.
– Identifícate.
– No, si es que no llega a pedirme usuario y contraseña.
– No, que me digas quién eres.
– Ah perdona, soy Loctite.- éste ser se supone que es un HIGINIERO, pero ya se sabe que allí te convalidan una FP con un doctorado así que…
– Vale Loctite. ¿Dónde estás? Porque, que yo sepa, la oficina estaba clausurada.

 

Aquí es cuando me cuenta la grandiosa idea. Que está en su casa, con un PC que está en dominio, y que está intentando entrar en el servidor de archivos. Evidentemente como no está en red, no puede. Entonces me toca explicarle que ahora mismo tiene un PC igual que el de su casa pero capado (de hecho el de su casa iría mejor seguramente), a lo que me contradice diciendo que para entrar ha aceptado su usuario y contraseña (normal porque se almacenan de manera local aunque esté en dominio) y entonces tengo que explicarle, en vano, los porqués de lo que sucede.

 

Y así, toda la tarde y parte del día siguiente. Una luser incluso tripitió, que parece que le gusta mi voz cuando doy explicaciones muerto de aburrimiento. Por fortuna, ST97 se aprendió la verborrea rápidamente y me echó una mano para despachar a los lusers. Al final la única solución para que pudieran medio trabajar era conectarse a la máquina virtual, que con tener un equipo con Internet ya puedes (como en los PCs de sus casas, vaya).

 

Días más tarde tuvieron otra grandiosa idea: ir a un “coworking”, en el que llevarían sus equipos y trabajarían todos juntos. Y claro, volvieron a sucederse las llamadas porque no podían entrar en el servidor. Y que no funcionaban sus credenciales (porque decidieron intercambiarse equipos motu propio). Y que estuvieran todos juntos en un coworking no importó para que tuviéramos que darles una explicación individual a todos ellos, claro.

 

En ese momento, me constaba que ya estaban en trámites para coger una nueva oficina, y yo ya me temía que me iba a tocar viajar para allá para configurarlo todo. Pero claro, de haber hecho las cosas bien, tendrían que haberme mandado a mi para instalar toda la infraestructura informática, a uno de nuestros ingenieros a montar las cabinas y a alguien de administración para gestionar todos los temas de contratos, el traslado y demás. Pero, ¿desde cuándo cualquier empresa -ya no solo esta- hace las cosas bien? No, van a lo barato. Y como tenía que ir alguien por cojones porque allí no tienen manos, pues mandaron al de administración. Pintao, nada menos.

 

A mi me tocó coger el esquema de red y adaptarlo para hacer un croquis que un párvulo fuera capaz de seguir para la estructura de red. En plan “Boca 1 del Fortigate conectada a boca 1 del Switch HP1”. Literal. Teóricamente, desde su llegada teníamos una semana para dejarlo todo funcionando. Y eso habría sido posible si no fuera porque allí son más perros que Niebla, porque al final siempre hay cosas que salen mal… y porque han mandado a uno de administración.

 

Total, que la semana que en teoría había de plazo se consumió solo con la mudanza. Y el lunes y el martes de la semana siguiente, también. Hubo que ampliar la estancia de Pintao, claro. Y el hombre, que hacía lo que buenamente podía (eso hay que reconocérselo) tuvo incluso que tirar el cableado de la nueva oficina, porque allí no hay empresas que lo hagan (me resulta raro, sinceramente, pero en fin). Y claro, los cables mal crimpados, cruzados y demás. No funcionaba nada. Y Pintao se rompió, cosa normal. El hombre ya no daba para más, estaba agotado física y mentalmente. Y es normal cuando mandas a una persona a hacer el trabajo de tres, y encima sin saber. Tras su viaje de vuelta se pasó por la oficina, solo para cogerse cinco semanas seguidas de vacaciones para recuperarse (el hombre, también hay que decirlo, llevaba casi dos años sin coger vacaciones más allá de algún día suelto).

 

Al final se terminó el plazo y ya tenía que volver para acá, pero al menos logré que gestionaran el alta en la compañía de Fibra y que conectaran el router de Fibra a un switch, con los equipos conectados directamente a este para poder tener al menos Internet. El resto del brown me lo iba a tener que comer en remoto.

 

Y entonces, un buen día al volver de comer y desbloquear mi ordenador, me encuentro una conversación del $boss en la que simplemente me pone “Empezamos?”. Se me queda cara de :roto2:, evidentemente. Pero soy cauto, y antes de decirle que no sé de qué me habla me voy al correo, y veo una convocatoria de reunión enviada a las 14:35 en la que me convoca para ponernos con el lío de esta sede. Claro, a las 14:35, porque que de 14 a 15h sea la hora de la comida no implica que yo no tenga que estar pendiente del correo, incluso en esa hora que no me pagan porque el trabajo es lo primerísimo.

 

Pues no me sale de los cojones.

Por la mañana ese día había instalado un software que requería reiniciar la máquina para funcionar adecuadamente, y todavía no lo había hecho porque había tenido la mañana liada. Y por qué no, después de comer es una hora tan buena como cualquier otra para pegarle un reinicio a mi máquina. Y claro, hay que cerrar todo, guardar lo que tenía a medias, y por supuesto mi equipo es un NUC con ya su tiempo que no es que vaya muy rápido que digamos. Total, que a las 15:30 acepto la convocatoria de reunión, le abro una ventana de conversación al jefe y le digo que ya estoy.

 

– ¿Dónde estabas?
– Aquí.
– ¿Y por qué no me has contestado?
– ¿A la convocatoria? Porque tenía temas pendientes después de comer y el correo no es lo primero que miro si tengo otras cosas.
– Pero te lo envié hace mucho.
– Ya, y yo estaba fuera, comiendo.
– Ok… – cómo me tocan los huevos los puntos suspensivos. Es como que dice “tomo nota” pero sin decírtelo, dejando denotar un aire de superioridad que saca mis instintos homicidas. Y me consta que no soy el único al que le pasa. En fin.
– Bueno, ¿cuál es el plan?
– Hemos contratado a una persona, viene hoy.
– Ajam. ¿Para qué?
– Un informático allí.
– Ándele pues. ¿Y me lo dices ahora?
– Te lo estoy diciendo….
– Ok…- yo también tomo nota.

 

Total, que llamo a la sede y me ponen en contacto con el informático de rigor, Porfidio. Resulta ser un autónomo amigo de uno de los trabajadores de allí que, ¡oh sorpresa! Se dedica a tirar cable y configurar redes. Y eso que no había empresas que te lo hicieran. En fin, le explico qué es lo que necesitamos que haga, y él estima que le va a llevar una jornada.

 

Me parece bien -contando con que son lentos- porque tiene que volver a crimpar todo, tirar y organizar los cables y dejarlo todo conectado. Con que lo deje conectado me vale, así que tirando.

 

Una de las personas de allí se queda de contacto conmigo -dado que este informático es externo y no tiene cuenta de la empresa ni nada-, y al final de mi jornada le pido que al final de la suya me mande un reporte con los avances. A la mañana siguiente, vuelvo a la oficina y no hay reporte ni señal de vida alguna. Vuelvo a escribirle pidiendo actualización de estado, y al comienzo de su jornada me dice que “anduvo tirando cable”. Pues bien. Le llamo.

 

– Hola, ¿cómo vais?
– Bien, tirando.
– Me alegro de que estés bien de salud, pero te preguntaba por el estado de la instalación.
– Ah, anduvo Porfidio tirando cables.
– Vale, ¿y? ¿Terminó o todavía sigue?
– No sé, voy a ver.- tres minutos a la espera…- aún no llegó, quedó en venir hoy también.- yo ya paso de hacer comentarios sobre horarios de entrada a la oficina y demás.
– Que me llame cuando llegue.- clac.

 

Una hora y cuarto más tarde sigo sin noticias, así que llamo de nuevo. Ahora me dicen que acaba de llegar, pero que está tomando café. Noto como la vena del cuello se me inflama al nivel habitual cuando toca lidiar con lusers. Finalmente, 30 minutos después (hora y tres cuartos en total) logro que me pongan en contacto con él.

 

– Hola, ¿qué pasa?.- que tu culo huele a grasa.
– Hola, Porfidio. ¿Cómo va la instalación?.- ya voy al grano, que si no…
– Bien, ahí va.
– Vale, ¿cómo va? ¿qué te queda?
– Pues dejé ya toda la planta de abajo conectada, la de arriba todavía no pude, los dejé conectados con cables provisionales a la segunda línea.
– Vale. ¿Vas a poder terminar hoy la parte de arriba?
– No creo, están trabajando.
– Bueno, pues tendrás que desconectarlos momentáneamente. Deja el cable tirado y luego es cuestión de quitar uno y poner otro (Nota: en la planta de arriba solo van dos putos cables, pues todo se distribuye con un switch gestionable, y el segundo cable solo es por si hay problemas con el primero).
– Vale, hoy lo termino.
– Dime un tiempo estimado, ¿cuánto tardarás? Tenemos que terminar esto ya para finiquitarlo todo y que puedan volver a trabajar con normalidad.
– Dos horas.- dos putas horas para tirar un cable. Señor dame paciencia, porque como me des fuerza…
– Vale, gracias. Avísame cuando esté listo.- clac.

A ver, el tema es el siguiente: en ese momento tienen el router del operador conectado directamente a un switch de LAN, simplemente para que distribuya la red a los equipos. Cuando esté todo conectado, la idea es conectar el router al Fortigate, y el Forti al switch de LAN. En ese momento ya estarán dentro de la red nuevamente. Fácil, ¿verdad? Mentira, claro.

– Ya está todo conectado.
– Genial, gracias. Pues vamos al lío si te parece. Necesito que avises a la gente de que se van a quedar sin conexión unos minutos. Después, el cable que va del router del operador al switch de LAN, desconéctalo del switch y conéctalo a la boca WAN1 del Forti. Acto seguido, coge un nuevo cable de red y conecta la boca 1 del switch de LAN a la boca 1 del Forti. Una vez hecho eso, seguiremos.
– Pero a mí solo me contrataron para tirar cable.- joder macho, aunque así sea…
– Bueno, lo que te estoy pidiendo no es tirar cable en el sentido estricto de la palabra, es conectar y desconectar cables. Eso también lo has estado haciendo, ¿no?
– Bueno sí pero esto no es lo que acordamos.
– Pásame con Lagartijo, por favor.
– Se fue a tomar café.- joder macho….
– Vale, luego os llamo. Gracias.- clac.

 

La madre que los parió. Finalmente, efectivamente no habían acordado con Porfidio nada más allá de tirar cables, así que el notas se largó con viento fresco, los cojones bien colgando, y el bolsillo con un talón al portador. Luego la fama que tienen, ya tal.

 

Total, que me tocó estar lidiando con el propio Lagartijo para intentar que hiciera la sencilla tarea que inicialmente le pedí a Porfidio. No me voy a enrrollar mucho con esto, solo os contaré que me llevó dos tardes enteras, con videollamadas por Skype incluidas para que me mostrara paso a paso qué cable conectaba dónde -y en ese momento descubrí que para ellos la ONT de fibra es el router, y el router es el switch…-, pero finalmente logré que incorporáramos el Forti a la ecuación y que ya tuvieran salida dentro de la red interna. Ya solo quedaba encender el servidor y volver a sincronizar el controlador de dominio para volver a la normalidad.

 

Pero NADA es tan sencillo. Resultó que el operador de Internet que teníamos contratado allí decidió que, como habíamos abierto incidencia con ellos por el cambio de sede (para que nos suministraran todo lo necesario para tener conexión, la IP fija y demás) decidió mandar un técnico. Y ni corto ni perezoso, restauró el router a los valores de fábrica, vio que tenía conectividad y se marchó. En otras palabras: se folló la configuración interna del router y dejó a todo el mundo sin internet (pero directamente conectado al router sí que tenía, claro) dado que éste debe tener una configuración específica para funcionar con el Forti (básicamente, DMZ host a la IP de la boca del Forti para que todo salga por ahí y sea el Forti el que haga todo). Como pille al HIGINIERO ese le meto tal paliza que le dolerá hasta a su descendencia, os lo juro.

 

Total, que ahí andaba yo de nuevo con Lagartijo (tras echarle una bronca del quince por permitir que un extraño meta mano a nuestros aparatos, por mucho que sea del operador de comunicaciones) para realizar una tarea la mar de sencilla: le pedí que cogiera un portátil, lo conectara por WiFi al segundo operador de Internet que teníamos allí (esa línea de cobre que os comenté en otras ocasiones que hace de backup) y por cable directamente al router del primer operador. De esta manera, yo podría conectarme por Team Viewer al portátil usando la salida del segundo operador y podría tocar el router del primero sin que me desconectara. Sencillo, ¿verdad? Por WiFi a uno y por cable a otro.

 

Ya sabréis la respuesta: No. Omitiendo de nuevo el hecho de que me conectó el portátil a la ONT en lugar de al router (fallo mío por no tener en cuenta su retraso), andaba yo intentando que comprendiera que hay dos líneas distintas y tal cuando vinieron a avisarme de que el jefe quería verme urgentemente. Tuve que decirle a Lagartijo que se tomara un descanso, que me requería su señoría, y personarme en su despacho como alma que lleva el diablo, claro.

 

Segunda parte: El Caos (dos punto cero)

– ¡Hola $Boss!.- arranco con aire jovial. No quiero que note que estoy hasta los santísimos cojones, que es el jefe y hay que aparentar.

– ManOwaR, siéntate.- pero me responde con la típica expresión de jefe que quiere denotar que está por encima de los demás. Tras su enorme mesa de caoba y recostado en su sillón de jefe, me mira con ojos altivos mientras obedezco. – ¿qué pasa con la nueva sede?
– Un cúmulo de desdichas y un montón de gente inútil. Es algo que un informático de verdad se habría ventilado en dos días, pero a distancia y con gente sin preparación todo se retrasa. Es lo que hay, pero ya lo tengo todo controlado y pronto estaremos arriba.
– ¿Y cuándo es pronto?.- hago el ademán de responder, pero en su posición de autoridad hace un gesto con la mano y sigue hablando.- Necesito que estén produciendo ya. Cometí el error de mandar solo a Pintao en primera instancia pero es algo que voy a solucionar ahora. Mañana mismo te coges un avión y te vas para allá.

 

Me paro a pensar. No me hace ni puta gracia tener que meterme 12 horas de ida y 12 horas de vuelta en un avión. Ni puta gracia, en serio. Además me toca los cojones que el jefe quiera decidir por mí. Vale que tengo disponibilidad geográfica firmada, pero irme al otro lado del charco no creo que esté contemplado de esta manera. Además, da por hecho que tengo pasaporte (y sí lo tengo), pero si no lo tuviera, ¿qué?

No obstante, también tiene sus pros, y yo soy una persona que siempre intenta mirar el lado bueno: si voy para allá, puedo dejarlo todo niquelado y que la sede no vuelva a dar problemas nunca, o como mínimo en mucho tiempo, y esto es algo que a corto, medio y largo plazo va a beneficiar a mi trabajo y por consiguiente a mí mismo. Además, no me vendrá mal un descansito y salir de la monotonía unos días. Aun así, tengo mi orgullo…

 

– Mañana no puedo.
– ¿Por qué no?
– Tengo temas personales.
– ¿Y no puedes aplazarlos? Esto es de suma importancia.
– De ninguna manera. A ver que eche cuentas… estamos a martes, podría irme el jueves y me vuelvo el sábado. – el jefe me mira con ojos inquisitivos.
– Si te vas el jueves llegarías el viernes. ¿En un solo día vas a poder solucionarlo?
– Sin duda.- me mira con cara de que sí que duda de mi.- ¿no me cree usted capaz?
– Sí, no dudo de tu capacidad. Vale, entonces te marchas el jueves.
– Por cierto, si me vuelvo el sábado llegaré aquí el domingo. Con el jet lag y tal el lunes no vengo, y puede que tampoco el martes.- el jefe me mira con cara de “te estás pasando”, pero yo espero pacientemente y con mirada seria; voy a perder un día entero de mi vida en un avión y no me hace ni puta gracia.
– Vale, ya lo vamos hablando.
– Susórdenes.

 

Llegó el día, cogí el avión y me embarqué en mi nueva aventura transoceánica. Tras avión, acomodarme en el hotel y taxi a la oficina, llegué a eso de las 11 de la mañana hora local. Muy pronto, así que busqué un sitio en el que desayunar primero, para hacer más ameno el mal trago. A eso de las 12 y con el estómago lleno, pero con pocas horas de sueño encima y, con ello, armado de más bien poca paciencia, me persono de nuevo en la puerta del lugar.

 

La nueva oficina resultó ser una casa de dos pisos con aspecto tétrico (para los de la LOGSE: oscuro, triste) ubicada en pleno centro de la ciudad. En la fachada exterior habían puesto un cartel con el nombre de la empresa, y un timbre situado al lado de la puerta estaba acompañado de un cartel escrito a boli que rezaba “Pulse para entrar”. Resultó que, efectivamente, cuando pulsé el botón se sucedió un sonido eléctrico que desbloqueó la puerta y me permitió el paso sin que ni siquiera sonara un timbre. Seguridad ante todo.

 

Tras pasar el umbral, no me sorprendió ver que el aspecto estético del interior no era mejor que el exterior. Poca luz y ambiente húmedo, algo típico de una casa octogenaria. Era muy amplia, eso sí, con espacio de sobra para que un regimiento pudiera utilizar de comedor el hall de entrada. Una solitaria mesa se encontraba en la pared de en frente de la entrada, con una puerta (que entiendo que daba a la sala común de trabajo) a un lado y unas escaleras de subida al otro. El suelo estaba adornado de sendos cables de red y mangueras eléctricas por doquier, incluso entrando en otra puerta ubicada a la derecha que, supongo, era el baño.

 

Lo que sí me sorprendió fue el silencio: no se escuchaba ninguna voz, ni sonido de teclados siendo aporreados por los muñones de los lusers. Nada. Un escalofrío me recorrió la espalda, y me di cuenta de que el sudor frío comenzaba a abrirse paso en la frente. Ésta era una situación que yo ya había vivido con anterioridad, en otra empresa, en otro país, pero no en un ambiente tan lúgubre (para los de la LOGSE: oscuro, húmedo, sinónimo de tétrico) como éste: por un momento pensé que el umbral de la oficina escondía un portal interdimensional a los mundos de Lovecraft.

De pronto, un trueno rompió mis cavilaciones internas. Mi mente comenzó a funcionar a toda velocidad buscado la manera más viable de sobrevivir a la situación, pero justo en la fracción de segundo que me tomó el decidir que mejor me iba por donde había venido, sonó un torrente de agua. Y otro trueno, seguido de un gemido de puro placer. Y entonces, cuando se abrió la puerta del baño y salió Lagartijo sonriendo y secándose las manos, lo comprendí todo: con la comida a base de picante que come esta gente hasta para desayunar, no habría dios que entrara en ese baño hasta dentro de un buen rato.

 

Di unos pasos hacia atrás, confiando en que todavía no se hubiera percatado de mi presencia, pero Lagartijo estaba ojo avizor y por supuesto que lo hizo.

 

– ¡Anda! ¡Hola ManOwaR!
– Hola, Lagartijo. ¿Dónde está la gente?
– Ay pues se marcharon a desayunar.- miro el reloj, las 12:10 del mediodía. Desayunar. Será el tercer desayuno, como los hobbits.
– Bueno, pues mejor. He venido a solucionar el desaguisado.
– Ay pues en la sala tienes el servidor.- ya os dije: servidor = armario rack.
– Vamos para allá.

 

Cuando llego al servidor, me encuentro un lío de cables de agárrate los machos. Tardé hora y media en dejarlos más o menos canalizados. Enchufé el portátil al router principal, lo configuré como se debe y 30 segundos después ya todo estaba conectado como debía estar. Enchufé el servidor (el de verdad), levanté el controlador de dominio y lancé la resincronización del mismo. Media hora después, ya estaba todo funcionando correctamente.

 

Tiempo total: 2 horas (y habría sido media hora si no fuera por la recanalización del cableado). En el proceso, llamé a Lagartijo y le enseñé a golpe de LART la diferencia entre una ONT, un router y un switch.

 

Durante este periodo, los lusers de la oficina entraron, pero ninguno y digo ninguno me dijo nada. Todos me miraban con desconfianza, preguntándose quién sería ese señor de la camiseta de Rick & Morty que estaba toqueteando en su servidor. Tampoco vi a ninguno de ellos trabajando en dicho periodo: pululaban de un sitio a otro, a veces mandaban cosas a imprimir, y salían muy frecuentemente a fumar, al baño, o a uno de sus numerosos desayunos.

 

Al final, tuve que presentarme y uno a uno fui solucionando las gilipolleces que todos tenían en sus computadoras. Aproveché para dejar configurado un acceso remoto para que no me resulte tan complicado ayudarles cuando se pongan a tocar los huevos (o cuando decida que es momento de tocarlos yo). Hecho mi trabajo, me metí en Internet y cambié mis billetes del sábado para ese mismo día por la noche, para tener un día más para descansar.

 

Morelaja 1: Cuando por ahorrar costes haces las cosas mal, al final tienes que pagar el doble y pierdes cuatro veces más tiempo.
Moraleja 2: Hay sitios en el mundo en los que la gente ni sabe ni quiere trabajar. Me he quedado alucinado.

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