lunes, 14 de febrero de 2022

El Marqués™: Capítulo 4: Tenemos un Zombie en nuestras filas (Final)

 Como decíamos ayer, las cosas no iban nada bien por la empresa. El Marqués™ había sembrado un reino de terror que le había costado a la empresa el perder a uno de los clientes más importantes y el empleo a muchos trabajadores, algunos de ellos muy válidos. Las cosas no pintaban tampoco demasiado bien en el departamento de informática, ya que como bien sabréis los aparatos fallan, los sistemas tienen que actualizarse, y tal y como iban las cosas el presupuesto no es que fuera precisamente holgado.

 

De hecho es que incluso yo, persona estoica donde las haya y con los huevos más que pelados, estaba notando en mi estado anímico toda la mierda que estábamos tragando. Pero ya se sabe, cuando hay que tragar mierda, más vale hacerlo a grandes bocados y tratando de que pase rápido para evitar sufrimiento y esto es precisamente cómo planteé las siguientes semanas de mi vida laboral. Si hay que tragar mierda se traga, y que luego vengan las lágrimas por las consecuencias.

 

Después de la «putadita» que le hice al Marqués™, el $Boss me obligó a darle un portátil para que pudiera trabajar. Pero lógicamente ese portátil estaba igual de capado que el equipo de sobremesa porque el virus estaba en el perfil de usuario, if you know what I mean.

 

– Oye, éste portátil que me has dado es una mierda.
– Más bien es de plástico y aluminio. ¿Por?
– Porque no va.- el tipo alarga el brazo ofreciéndome el portátil.
– Vale, ya te he dicho que tienes un virus en el perfil de usuario, y como aquí utilizamos perfiles móviles almacenados en el servidor, vas a tener los mismos problemas en cualquier equipo en el que inicies sesión.
– Pues me lo tienes que arreglar, y rapidito ¿eh?.- el Marqués™ me pone su cara de vinagra más agradable.
– Shi, shi, pod zupuezto. Pero me va a llevar toda la mañana como mínimo, así que ya sabes, busca algo productivo que hacer.
– Sin un ordenador no puedo hacer nada.
– Pues tira para casa. Si pregunta el jefe le dices que te he dado yo permiso.
– ¿Que me das tú permiso? ¿Pero quién te has creído que eres?
– La persona sin la cual no puedes trabajar. ¿Sabes lo que es una máquina virtual? ¿Leíste el manual que te envié el primer día sobre cómo conectarte a la tuya? Pues puedes hacerlo y trabajar con ella desde casa. Tira antes de que cambie de opinión.
– ¡Pues voy a hablar con el $Boss!
– Dale chicha, torete.
– ¿Qué?
– Uso el  rabo de ariete.

 

En realidad es verdad, puede trabajar perfectamente desde su casa con la máquina virtual, así que me lo quito de encima por lo menos durante un día. Cuando el tipo se larga le «arreglo» el equipo en 10 minutos y de paso también el sobremesa, previa comprobación de que el individuo se había marchado a su casa. Curiosamente ese día la tensión del ambiente ya no se podía cortar con cuchillo y pudimos trabajar de una manera más o menos distendida.

Pero claro, hay que contar con la estupidez humana, y para eso el Marqués™ tiene un master del universo. Viene el $Boss.

 

– Oye ManOwaR, que me ha llamado el Marqués™. Que dice que le has mandado a trabajar desde casa pero dice que no puede conectarse.
– Será que no sabe.
– Será. Pero tiene que gestionar entregas para hoy y no puede trabajar. ¿Podemos hacer algo?
– Dile que le mando de nuevo el manual de conexión a su correo personal. Que lo mire dentro de 5 minutos y lo tendrá.
– Perfecto, gracias.

 

Si ya sabía yo que éste inútil no se había leído el manual. Por aquello de que nadie le dice qué tiene que hacer al señor director de producción. El caso es que lógicamente ni con el manual pudo conectarse a su máquina virtual (y os juro que no tuve nada que ver) y ese día las pasaron canutas para poder hacer la entrega pendiente, así que al día siguiente hubo reunión que os resumiré así:

 

– ¿Por qué no has hecho tu trabajo?
– ¡La culpa es de ManOwaR!
– La culpa es de tu retraso mental.
– ¡Pues me enfado y no respiro!
– Pues a tomar por culo todos.

 

Hay una cosa que no os he contado sobre la oficina. Es un edificio relativamente antiguo con instalaciones de mierda, tanto eléctricas como de todo lo demás, incluyendo los desagües. Resulta que los baños de la planta de abajo tienen un problemilla, y es que parece ser que la salida de aguas fecales tiene una derivación hacia el conducto del aire acondicionado. En resumidas cuentas, que cuando alguien caga, apesta toda la planta. Y precisamente en la planta de abajo tenemos, por motivos de producción que no vienen al caso, una habitación totalmente aislada, con puerta reforzada y demás.

 

Ese día, igual que todos los demás, el Marqués™ plantó su pino matutino apestando a los que trabajan en la planta baja, y se fue a trabajar a su sitio. Sin embargo, a la tarde de ese mismo día el destino quiso que tuviera que bajar abajo a controlar sus cosas de director de producción y que a mí me pillara de camino para la zona. Resulta que dio la hora de salida y la gente de la planta ya había evacuado, pero el Marqués™ se quedó en la sala aislada. Y claro, como era la hora de irse, yo cerré con llave la sala y apagué la luz. Y cosas del destino que de repente mis intestinos me avisaron de que era el momento de enviarle un fax al Rey, así que sin demora y aprovechando que estábamos fuera de horario, planté un soberano chuzo en el servicio de la planta baja. Al tirar de la cadena y salir escuché unos leves golpes, pero no les hice caso: serían los vecinos clavando un cuadro, o algo.

 

Subí de nuevo a mi sitio dispuesto a coger mis cosas y largarme. El teléfono estaba sonando y me dio un poquito de remordimiento. Solo un poquito.

 

 

Al día siguiente, el Marqués™ no apareció por la oficina. Ni al siguiente. Todos nos preguntábamos qué podría estar ocurriendo, hasta que me llega un Whatsapp del susodicho diciendo que corte sus accesos a la empresa. ¡TOMA YA! Inmediatamente deshabilito su usuario, claro, y paso a notificar al $Boss lo acontecido. El $Boss estaba fuera en viaje de negocios, pero uno de los directivos junta a todo el mundo y comunica que el Marqués™ ya no trabaja con nosotros. Aplausos. Bailes. Literalment

e. El directivo se marchó bastante mosqueado por la reacción de algunos trabajadores.

Por supuesto las cosas cambiaron de manera radical. El ambiente ya no estaba tenso, era incluso distendido, y el humor de la gente fue cambiando a mejor durante las siguientes semanas. Me enteré de pasada que el Marqués™ se había cogido una baja por depresión o algo así, e incluso se rumoreaba que había denunciado a la empresa por acoso laboral (justo lo que él había estado haciendo unas semanas antes con muchos de los trabajadores). Nos daba igual, todo iba para mejor, la empresa volvía a ir hacia arriba y el ambiente volvía a ser bueno. El cáncer había sido erradicado.

 

La parte mala fue cuando uno de los trabajadores, que tenía una relación con el Marqués™ fuera de la empresa, nos comunicó que el susodicho había fallecido. Cabezas bajas por aparentar. Aunque nadie desea la muerte de otra persona, seamos francos: teníamos nula relación con este señor y la poca que teníamos era realmente muy mala, hasta el punto de que todos nos planteamos incluso el hacerle un plantón a la empresa y presentar en masa las respectivas cartas de baja voluntaria. Imaginad cómo estaba el panorama. Pero ahora todo iba bien. Todo iba bien. Pasó el tiempo y la cosa se normalizó. Pasamos de negro “cojones de grillo” a marrón “mierda”, y después a azul “cielo”, pasando por el rosa “unicornio” y el colorido de la bandera del orgullo gay. Todo era fabuloso y reinaba un ambiente de fábula en la oficina. No, en serio, no os hacéis una idea de cómo cambió todo, y para bien.

 

Un buen día, concretamente un fin de semana, fui con mi mujer y unos amigos al centro al teatro y a dar una vuelta por ahí. Yo al centro no voy en coche ni loco, así que cogimos el metro. Y en cierta estación relativamente cercana a la del curro, vi un ser extraño, una especie de Gollurkel raquítico, con los hombros encogidos y pasando a mi lado medio de lado y con las solapas de la chaqueta levantadas, con una intención más que evidente de que no quería que lo reconociera. Pero lo hice. Esos ojos vacíos como mi intestino después de mandarle un fax al rey, esos labios torcidos en un gesto de bilis y esa forma de andar eran inconfundibles: era el zombie del Marqués™. Seguro. Pero, ¿no estaba muerto?

 

Decidí que no podía dejar pasar la oportunidad, así que le dije a mi mujer y mis amigos que volvía en seguida. Me di la vuelta y caminé a paso militar hacia ese sujeto que, al darse la vuelta y verme detrás, salió corriendo como alma que lleva el diablo. Literal. No podía dejar mi compromiso inatendido así que desistí de seguirle (total, cuando se giró para ver que le seguía me quedó todo confirmado), volví a mis quehaceres y tendría un tiempo de meditación sobre lo que hacer a continuación.

 

Finalmente mi decisión fue contarle al $Boss lo que ví durante el fin de semana, y me respondió con una cara de póker de las que hacen época. Que tomaría medidas, me dijo. Tres semanas después nos juntó a toda la empresa para decirnos que resultaba que el Marqués™ no estaba muerto, que había fingido su muerte para cobrar el seguro o algo así, en plan culebrón venezolano, y que lo había detenido la policía.

 

Telita…

 

Al menos eliminé de mi conciencia, pues aunque no lo había dicho antes se me quedó una pequeña espina clavada, que la culpa de su fallecimiento fuera ese encierro con el contenido de mis intestinos. Menos mal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pon lo que te salga del LOL: