Cuando una empresa tiene un cáncer que la va menguando poquito a poco, suele haber maneras de paliar sus efectos y retomar el rumbo. Pero si el cáncer es de los agresivo-destructivo, le apodan “la viuda negra” en sus pasadas empresas y además sale su foto al lado de “delirios de grandeza” en el hipotético diccionario de términos empresariales, estamos jodidos. El Marqués™ gana poder, y se cierne una época oscura para el BOFH…
Después de mi heroica acción para asegurar el futuro de la empresa (el borrado del usuario de Maki) me tocó comerme la bronca padre del $Boss.
– A ver ManOwaR, ¿qué ha
pasado?.- dice mientras se masajea el puente de la nariz.
– Nada $Boss. Me he cargado un virus que nos estaba borrando
archivos de entrega e incluso proyectos enteros. Ya está subsanado y no hay
nada de qué preocuparse.- el Marqués™ me mira y suelta uno de sus suspiro-bufido
característicos.
– Pero me están diciendo que has dado de baja a Maki.
– No, solo su usuario. Usted puede seguir teniéndole contratado si
quiere. Pero ese tío no vuelve a tocar el sistema ni con un palo, por nuestro
propio bien.
– Pero para esas cosas, ManOwaR, mejor habla directamente con RRHH
o conmigo.
– A usted ya se lo dije, y el tipo siguió con su manía de borrar
todo lo que se le pone a la altura de los ojos, $Boss. Y al que luego le toca
recuperar sus destrozos es a m… ¡un momento! ¿Cómo que hable directamente con
RRHH?
– Claro. Si quieres despedir a alguien es el primer paso.
– ¿Me está usted diciendo que tengo potestad para despedir
trabajadores?
– Bueno, relativamente. Si es justificado sí, sin duda, eres de la
cúpula directiva.
Automáticamente me giro hacia
el Marqués™, que estaba mirándonos con cara de lelo y los brazos caídos a los
costados.
– ¡DESPEDIDO!.- le espeto
tratando de ocultar mi cara de alegría.
– Pero, ¿qué? ¡No! ¡Despedido tú!.- me responde.
– Tú no tienes causa justificada. Yo sí. Te estas cargando la
empresa metiendo a trabajar a tus amigüitos ineptos en ella.
– A ver, a ver…- el $Boss trata de imponer diplomacia. Noxiana.-
Tranquilos los dos, que aquí no se despide a nadie.
– Pero al Maki sí, ¿no?
– Ehm… sí, supongo que sí… total, ya has borrado su usuario. Pero
ese no es el tema ahora.
– Ah bueno, siendo así tardo medio minuto en cargarme el usuario
del Marqués™ y…
– ¡Que no, coño! ManOwaR, déjalo estar. De momento cuento con el
Marqués™.- éste cierra la boca y cruza los brazos de nuevo, poniendo una cara
de satisfacción que si llega a darme un poco más de asco vomito al instante
sobre la alfombra del despacho del $Boss.
– Pos bueno, tu empresa, tus normas.
Pasaron los días, y el volumen
de trabajo seguía con los mismos derroteros que antes: la gente echando más
horas que los relojes para poder hacer las entregas a tiempo, especialmente
para ese cliente del que os hablé en el anterior capítulo de esta historia y
cuya facturación supone el 50% de los ingresos anuales de la empresa.
Sobre dicho cliente, del que
retiraron a Metal, Javi Metal y pusieron a Maki Rata al frente, se quedó
huérfano por así decirlo, puesto que tras la salida del susodicho de la empresa
me aseguré de recordarle al Marqués™ que Metal estaba todavía fuera de todos
los grupos de correo y su respuesta fue un “ya lo sé”, junto con una sonrisa de dientes negros.
Con todo este trabajo llegó un
día en el que uno de los directores, recién ascendido hacía dos meses por
cierto, apareció gritando con la vena del cuello hinchada cual globo, diciendo
que estaba hasta los huevos y que se largaba. Y así hizo. Pero lo sorprendente
no es esto, no… la sorpresa vino esa misma tarde, con el $Boss personándose
ante todos para anunciar que el Marqués™ era el nuevo director de producción de
la empresa.
Tócate los cojones. Un señor
que se postulaba para último mono se encuentra de sopetón como jefe de
departamento, y dos meses más tarde, previa demostración de su ineptitud,
promociona a director de producción y miembro de la cúpula directiva de la
empresa. Para que veáis lo que puede llegar a hacer un señor que no sabe hacer
la O con un canuto pero que se le da de maravilla dorarle la píldora al jefe.
Las cosas por mi oficina
comenzaron a ponerse más o menos tranquilas. Un volumen de trabajo elevado,
muchas incidencias pero nada grave así que bien. La parte mala estaba en el
departamento de producción, donde como ya os comenté en la anterior entrada el
tema parecía Auswitch, con todos en absoluto silencio, como palos, y el
Marqués™ mirando a todos por encima del hombro, detrás de su corbata y con
mirada inquisitiva. ARGH.
Pasaron las semanas y llegó el
día de la entrega del megaproyecto al supercliente. Todos, incluyendome a mi,
nos tuvimos que quedar por orden expresa del $Boss para sacar adelante el
trabajo y poder hacer la entrega a tiempo. El resultado de poner a gente que no
tiene ni puta idea a hacer algo a última hora y con prisas fue que entregamos
tarde, mal y de manera incompleta. Un auténtico desastre.
El $Boss estuvo desaparecido
durante una semana entera, y la gente con las caras cada vez más largas en la
oficina. Desde luego un ambiente deprimente no ayuda en nada a trabajar bien y
eso se notaba incluso en mi estado de ánimo, con todo lo estoico que presumo de
ser.
Finalmente la cosa se agravó.
Llamaron a unos cuantos “a despacho” con el $Boss y el Marqués™, ya convertido
en su mano izquierda (la de las pajas), y ocho personas en total se marcharon
de la empresa ese día. Habíamos perdido el cliente más importante y que más
beneficios le generaba a la empresa y la reducción de personal era la salida
más sencilla, máxime cuando mucha gente acababa de ser contratada y en lugar de
despedirles, se les dijo que no habían superado el periodo de prueba.
Entramos a partir de ahí en una
época muy oscura y tremebunda (para los de la LOGSE: terrorífica, tétrica),
donde los días eran grises y los trabajadores de la empresa entraban por la
mañana diciendo que se querían marchar. De hecho, es lo que sucedió: varios
empleados buscaron trabajo, lo encontraron, y se largaron dejando a los
gerentes de proyecto con una mano delante y otra detrás. De hecho varios browns
le cayeron directamente al Marqués™ puesto que un par de gerentes de proyecto
fueron de los que se largaron. Y claro, esto no podía ser puesto que él estaba
demasiado ocupado con sus cosas de director de producción…
¡Mec mec! ¡mec mec!
– Me lo diga.
– ¿Pero tú te crees que esas son formas de contestar al teléfono?
– Me pende. A los que me caen bien les contesto normal. ¿Qué has
roto?
– Manda narices. En fin… -resoplido- a ver, necesito que hagas una
cosa.
Condescendiente el tío.
– …
– A ver, el proyecto 002443. Están las líneas de OP metidas en
Sharepoint, y hay que migrarlas al ERP.
– Ah, buena suerte.
– Cuando termines me avisas, por favor.- clac.
Y cuelga, con dos cojones. Éste
ni se da por aludido con lo de “buena suerte” ni me conoce lo más mínimo. Pues
nada, yo a lo mío. Pasan las horas, y al final de la mañana me abre una
conversación de esa maravillosa herramienta corporativa llamada Skype
Empresarial.
– Hola. No veo metidas las
líneas del proyecto que te he dicho en el ERP.
– Hola. Pues deberías empezar pronto, que tienes parados a varios
gestores.
– Pero vamos a ver. Esta mañana te he llamado y te he encargado el
trabajo. ¿Por qué no lo has hecho?
– No, si yo me lo he apuntado en mi libreta de “Cosas que no son
de mi competencia”. Por si en algún momento pasan a serlo.
– ¿Me estás vacilando?
– No, mira.
Le mando la siguiente imagen
como adjunto. Después de eso debió de tener algún problema, porque dejó de
contestarme, así que yo seguí a mis cosas.
Los días pasaron, y más
proyectos se fueron cayendo, uno tras otro, hasta conducirnos a un declive tal
que la empresa tenía exactamente la mitad de trabajadores de los que tenía
cuando yo entré. Pero el Marqués™ seguía con sus aires demasiado subidos, a
pesar de que todos se habían caído por su culpa, y parecía que el $Boss no
quería darse cuenta. Así pues, me encargué personalmente de que sí se diera
cuenta, por ejemplo añadiéndole a las notificaciones automáticas de Sharepoint
cada vez que se modificaba un proyecto, para que pudiera ver en tiempo real las
perlitas que dejaba el Marqués™.
Continuaron pasando los días, y
un día concreto, muy concreto, algo maravilloso y a la vez terrorífico sucedió:
el Marqués™ vino a trabajar con zapatillas de esparto, unos chinos y un polo.
¿Se le habrían manchado todos los trajes al mismo tiempo?
Pero la indumentaria no fue el
único cambio que vimos en el Marqués™. De repente, el mismo señor que te
cruzabas por las mañanas, le dabas los buenos días y te respondía con una
mirada indiferente sin abrir la boca (que eso de saludar a los seres inferiores
no está muy bien visto), ahora estaba tratando de hacerse el simpático con los
demás, como para intentar caer bien a la gente, como si fuera un compañero más.
La parte mala (o buena, según se mire) es que el odio generado en los meses
anteriores y sus pésimas dotes de actor no iban a cambiar las cosas así como
así.
Resulta que ese mismo día
Metal, Javi Metal tuvo una reunión a solas con el $Boss, y tras salir me pidió
que le metiera en todos los grupos de correo de cliente de nuevo. A raíz de
esta decisión, el Marqués™ volvió a poner su cara de vinagre de siempre, y como
intentando justificar su trabajo comenzó a adoptar tareas de gestor de
proyecto, en lugar de super director de producción.
Todas las evidencias apuntaban
a que por algún motivo el $Boss había abierto los ojos, o al menos a medias, y
había puesto en su sitio al Marqués™ (si bien es cierto que su sitio debería
estar ubicado en la cola del paro).
Pero el enemigo estaba débil, y
como dicen los Witchers, hay que esperar la oportunidad para golpear, así que
era mi momento (aunque me jodiera que la “debilidad” fuera creada por la mierda
que él mismo se había tirado encima, y no la mía aunque colaborara un poco).
Me di cuenta de que las
zapatillas (alpargatas) de esparto que llevaba el Marqués™ en los últimos días
hacían un ruido “raro” al pisar la moqueta de la oficina. Hice la prueba, y en
un momento en el que se marchó al baño a cagar (cosa que repetía
fehacientemente todos los días, que eso de cagar en su puta casa se ve que está
sobrevalorado) me acerqué a los aledaños de su sitio y comencé a “peinar” la
moqueta con el pie, de manera que levanté las cerdas (ya sabéis cómo son las
moquetas, las cerdas se quedan aplastadas de pisar).
Cuando el Marqués™ salió de su
defecación matutina y se dirigió para su sitio, de repente sintió cómo por
alguna extraña brujería se quedaba pegado al suelo en cierta zona. Efecto
velcro, que se dice. De hecho no hay onomatopeya para describir el ruido que
hicieron sus suelas al despegarse por fin de la moqueta, ni para el sonido que
hicieron las palmas de sus manos al estamparse contra la mesa para evitar su
caída. Excelente.
Media hora antes de la hora de
la comida, salí a fumarme un cigarro, y curiosamente me encontré con Paco, el
de la limpieza. Amablemente le sugerí que a las moquetas había que peinarlas de
ciento en viento para evitar que los ácaros se asentaran, algo que le pareció
muy lógico y me aseguró que durante la hora de la comida peinaría la moqueta de
la ofi en un abrir y cerrar de ojos. Excelencia, digo excelente.
Tras volver al tajo me lo pasé
genial (bueno, yo y todos ) viendo al Marqués™ tratando de llegar a su sitio, y
de hecho finalmente decidió descalzarse y dejar los zapatos en la entrada al
estilo japonés. El director de producción en calcetines xD
Pero la fiesta acababa de comenzar.
Decidí que como era viernes sería gracioso redirigir todo el tráfico del PC del
Marqués™ (que por el historial del Firewall le gusta mucho navegar por
diferentes sitios de compras como Amazon, etc.) a la web de isitfriday.org. Antiguamente haría esto
mediante un script o con IPTables, pero a día de hoy es más sencillo hacerlo
directamente desde el propio Firewall.
¡Mec mec! ¡mec mec!
– Me lo diga.
– Oye, que no me funciona Internet.
– ¿Seguro que no?
– No sé, o tengo un virus o algo, porque entre en la web que entre
me salta siempre la misma.
– Ahm. No me gustaría inmiscuirme en las labores del director de
producción, pero eso de navegar por Internet, ¿no sería mejor hacerlo en casa?
– Yo necesito consultar muchas cosas para mi trabajo.
– ¿Amazon? ¿El Corte Inglés? Muy útil, sí.
– Pues mira sí.
– Ajam…
– Bueno, ¿me lo arreglas?
– No sé yo. Es probable que tengas un virus en tu equipo, así como
medida cautelar voy a aislar tu equipo de la red corporativa, para que no haya
contagios.
– ¡Pero entonces no puedo navegar!
– No, si navegar si podrás. Lo que no podrás será acceder a
nuestros servidores, correo, etc.
– Pero navegar sí, ¿no?
– Si claro, esa importantísima parte de tu trabajo puedes seguir
haciéndola con normalidad.
– Vale.- clac.
Tres…dos…uno…
¡Mec mec! ¡mec mec!
– Sigo viendo la misma página de antes.
– Ajam.
– ¿Me lo arreglas o no?
– Nop.
– ¿Por qué no? Necesito trabajar.
– Porque tendré que revisar tu equipo a ver si tienes “virus”.
– ¿Y mientras tanto qué hago?
– Puedes seguir navegando desde tu móvil.
– Bueno, ¿cuánto tardarás en arreglarlo?
– Depende del tiempo que sigas dándome el coñazo.
– Bueno pues ponte ya.
– Estoy ocupado.
– ¿Cómo que estás ocupado?
– Como el que tengo aquí ubicado.
– Pero si…- clac. Piii piii piii piii….
Pasados unos 20 minutos, cuando
me canso de hacer el moñas, voy para el sitio del Marqués™ y le echo de su
equipo para ver si tiene virus. Paso los siguientes 30 minutos configurando el
PC a mi gusto, con el modo para daltónicos de Windows activado, el texto
mega-grande, y una programación especial mediante la que todos sus iconos del
escritorio tienen este aspecto:
Retiro la redirección web, y me
aseguro de bloquear su top 10 de webs visitadas en el firewall, amén de
comprobar que no puede tocar nada de la configuración de Windows sin
credenciales de administrador.
Un rato después, el señor
Marqués™ decide que hora y media de café me habrá dado tiempo suficiente para
quitarle el virus, así que se persona en su sitio y se encuentra, lógicamente,
la silla disponible. Le escucho teclear su usuario y contraseña…
– ¡Pero qué mierda es esta! ¡ManOwaR!
– ¿Mande?
– ¿Qué le ha pasado a mi ordenador?
– Uf, no veas lo que me he tenido que pelear con el virus que has metido por entrar en páginas que no debías. Las he bloqueado todas.
– Pero, ¿por qué se ve todo así?
– Efectos colaterales, por todo lo que te has descargado.
– ¿Qué me he descargado?
– ¡El que tengo aquí colgado! JAJAJAJAJAJAJAJA
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