Supongamos que una empresa normal tiene una necesidad de contratar a un trabajador normal, pero luego resulta que la empresa dista bastante de ser normal y el trabajador es anormal. Pues es justamente lo que me pasó hace unos meses, cuando mi actual empresa tuvo la necesidad de contratar a una persona para producción y así lo hizo. Os presento la historia del Marqués™, una especie de Gargamel pero sin estilo.
Digamos que ésta empresa, como casi todas las demás, tiene diferentes jerarquías. Está el Director General (CEO), la cúpula directiva, los jefes de departamento y, finalmente, los trabajadores. Pues el Marqués™ entró en primera instancia como trabajador, soldado raso, último mono o como queráis llamarlo, pero justamente el día que entraba la persona responsable de su departamento decidió largarse. Y como el Marqués™ es un señor oportunista y con mucha labia supo dorarle la píldora lo suficiente al $Boss (cosa que le encanta a todos los jefes, y a este en particular muy por encima de la media) como para ocupar su puesto. Nada extraño aquí, estoy seguro de que hay miles de empresas que tienen a señores que no saben hacer la O con un canuto de responsables de departamento, porque para una empresa es más sencillo eso que promocionar a una persona de demostrada valía para el puesto.
Claro está, la anterior jefa de
departamento estaba con una mesa y su ordenador currando junto al resto de los mortales,
pero para el Marqués™ esto era inconcebible. Del día a la mañana, y como a la
empresa le iban muy bien las cosas y estaban en plan despilfarro contratando
personal a cascoporro y comprando instrumental, estaba exigiendo que se le
montara un despacho aparte, de la nada porque no había sitio físico, y comenzó
a venir a trabajar con traje y corbata mientras que el resto de mortales,
incluso los directivos, veníamos al trabajo con vaqueros y camisetas frikis
(vale, excepto cuando había reunión o similar).
Comenzó a no responder cuando
se le decía “buenos días”, excepto a la cúpula directiva, no sea que se
intoxique al codearse con esos soldados rasos de los que hablaba antes.
Total, que se apartan unas
mesas y se le monta una especie de despachito al señor Marqués™, porque el
$Boss ve lógico que no quiera codearse con la plebe. A un servidor la toca
montarle su ordenador, un NUC la mar de mono, con sus dos monitores anclados a
la mesa mediante un brazo móvil para su mayor comodidad. Y claro, llegó el día
en el que el Marqués™ quiso ser más, y decidió seguir tirando de la cuerda a
ver si podía seguir escalando…
– ¡Mec mec! ¡Mec mec!.
– ¿Mande?
– Soy el Marqués™, y mi ratón no funciona.
– Pos sabrá jodido. Voy p’allá.- hablo en “modo paleto” a
propósito, solo por imaginarme la cara de asco que pone al colgar.
Agarro un ratón nuevecito, por
si acaso, y voy para su “despacho”. Me le encuentro de piernas y brazos
cruzados, extremidades de esas que dan grimilla porque son todo pellejo y
venas, echado hacia atrás en la silla y tamborileando con los dedos sobre su
propio brazo. Como el de “cagando espero” pero sin tabaco. Sin mediar palabra,
inmediatamente me fijo con que el ratón está desconectado del NUC, con el
conector USB del ratón exactamente a 3 centímetros de su posición óptima de
funcionamiento (conectado al NUC).
– Pero hombre, ¿cómo se supone
que va a funcionar el ratón si lo tienes desconectado?.- el tipejo me mira con
los ojos saltones, y no es hasta ese momento que me doy cuenta de que su cuerpo
ha sido poseído por el de una rata. O al menos su voz.
– Es que ese no es mi trabajo.
– Ni el mío.
– ¡Pero tú eres el informático!
– No, soy el BOFH. Y no tengo tiempo para perderlo con
gilipolleces como esta.
– Oye, oye, ¡un respeto que soy el Director del departamento!
– Y yo soy el Director del mío. Y de mis cojones. Además, has
empezado faltándome tú al respeto haciéndome venir porque no sabes conectar un
puto cable USB.
– ¡Pues es que tu trabajo consiste en eso!
– No te equivoques, una ínfima parte de mi trabajo consiste en dar
soporte a los problemas que puedan surgirle a los usuarios. En esta ocasión el
problema radica en tu retraso mental, y yo para esas cosas ya soy muy viejo.
– ¡Pero bueno! ¿Es que no me lo vas a arreglar?
– Nop. Me he dejado las herramientas de lobotomía en casa.
– ¡Pues se lo voy a decir al CEO!
– Corre, corre a chivarte.
Y con las mismas me voy ante la
atónita mirada de los subordinados del Marqués™, y claro, la suya propia. Al
rato, aparece el $Boss en mi sitio.
– Hola ManOwaR, ¿tienes un
momento?
– Siempre a su disposición, $Boss.
– Me ha dicho el Marqués™ que tenía un problema con su ordenador y
no has querido arreglárselo.
– El problema no era con el ordenador, sino con el luser, $Boss.-
la parte buena de mi curro es que aunque el $Boss no sea informático (ya os
hablaré de él), conoce perfectamente la jerga y se puede hablar con él de
términos relativamente técnicos sin que se le tuerza el culo. Y sabe lo que es
un luser. Y un BOFH.
– ¿Y eso?
– Que me ha llamado y me ha hecho ir para que le conecte el ratón
al puerto USB del PC. Y de repente me ha dado un calambre como el de Leónidas
pero en el cerebro.
– ¿En serio?
– ¿Lo del calambre? No, en realidad es que me jode perder el
tiempo para nada.
– No, que si es en serio que te llamó para esa mierda.
– Sip. Y se ha chivado por mi mal comportamiento, miusté.
– Vale vale, ya hablaré con él, no te preocupes.
– Gracias $Boss, usted siempre tan atento…
Total, que al final de la tarde
se persona el Marqués™ en mi sitio con su mejor cara de vinagre y bilis
saliéndole por las orejas.
– Hola.- argh, el señor este
tiene el tipo de voz que hace daño al oído y da hasta escalofríos.
– ¿Qué se ha roto?.- respondo sin levantar la vista de la
pantalla.
– ¿Podemos hablar en privado?.- joder, ¿otra vez va a hacer que me
levante? Gensanta…
– ¿Sobre qué? Estoy ocupado.- ni puta gana.
– (suspira profunda y sonoramente) Por favor.
– (suspiro profunda y exageradamente) Vaaaaale.
Nos metemos en el despacho del
$Boss, que no estaba en ese momento.
– Quería pedirte disculpas por
lo sucedido esta mañana.- ajam, y no querías rebajarte a que te escuchara el
resto de la empresa, ¿eh?
– Pues bien, disculpas
aceptadas.
– ¿Y ya está?
– ¿Ya está qué?
– No sé, que me parece que eres un poco prepotente, ¿no?.- habló
de puta la Tacones.
– Mire, señor jefe-de-lo-que-sea, ni estoy aquí a su servicio ni
tengo tiempo para perderlo. Soy el único informático de la empresa y tengo
mucho que hacer.
– Pues sí que lo estás, porque yo soy el Director de mi
departamento y tu función es darme servicio.- cómo le gusta al tipejo este
fardar de su posición.
– Y yo soy el Director del mío y no me sale de los huevos tener
que llevarte de la manita al baño. Ah, y cobro más que tú.
– Esto no va a quedar así…
– Ya te digo que no, ya te digo…
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