Resulta que un día cualquiera me llega un SMS al móvil diciendo que debo presentarme en la oficina del INEM para una “formación en aula”, un día a una hora. Así que ese día y a esa hora me persono en la oficina para ver qué tipo de formación quieren darme, con la ilusa esperanza de que sea algo útil. Aunque en el breve SMS no indicaron nada, y a sabiendas de que podrían pedir cualquier cosa, me llevo una carpetita con mis papeles y un par de currículum, por lo que pueda pasar.
Llego como siempre cinco minutos antes de la hora,
como buen BOFH puntual que soy, y cuando entro me encuentro una marabunta de
gente esperando. Lo normal en el INEM, vaya. Pero a diferencia de los días
normales, había un grupo de personas preguntando por una “formación en aula”,
así que acerco la oreja y me evito preguntar yo. El vigilante de seguridad, un
cincuentón que lleva toda la vida en esa oficina y sabe más que nadie, está
explicando al grupo que deben esperar a que les llamen.
Pues nada, a esperar. Cincuenta minutos más tarde
por fin llaman al grupo. Sí, cincuenta putos minutos más tarde, es decir, tres
cuartos de hora de retraso y que me han robado de mi sueño matutino.
Entramos en un aula y nos sentamos. Somos un grupo de
unas 15 personas, justo la capacidad del aula. Ésta consiste en 15 sillas
apelotonadas en tres filas de cinco, frente a la “mesa del profesor”, la cual
tiene un ordenador conectado a un proyector, y detrás de éste una pantalla blanca
de proyección. Bien.
Entra una señora que se presenta como la orientadora
de la oficina, y nos explica que nos va a impartir un curso sobre cómo hacer
nuestro CV, y cómo hacer una búsqueda de empleo en la web de la comunidad de
Madrid. Mi gozo en un pozo.
Después de pasar lista como en el cole, comienza la
clase enchufando el proyector, el cual como no podía ser de otra manera, no
funciona. Llama al informático del centro, y tras 10 minutos toqueteando en el
ordenador, se rinde y dice que no funciona. La orientadora pregunta:
– ¿Alguno de vosotros tiene idea de qué puede pasar?
Resignado, me levanto y conecto el cable VGA que
estaba colgando de la mesa al proyector. Milagrosamente vuelve a la vida, y el
informático se va mirándome con mala cara mientras vuelvo a mi sitio. Manda
narices, lo más básico HOYGAN.
La orientadora me da las gracias y prosigue con su
clase magistral sobre cómo hacer un Currículum. Personalmente pienso que su
forma de hacer un CV está más bien orientada a un niño de primaria, y para más
INRI en los ejemplos estaba utilizando el tipo de letra Comic Sans, así que
decido hacer caso omiso a sus indicaciones, bien seguro de que mi CV está
bastante mejor hecho de la mierda en lata que está explicando. Mis “compañeros”
toman notas.
Un rato más tarde da por finalizada la primera parte
de la formación, y pasa a lo que según ella es más interesante: la búsqueda de
ofertas de empleo en la web de la comunidad de Madrid. Para ello, abre Internet
Explorer, como no podía ser de otra manera, y nada más iniciarlo le pide el
usuario y la contraseña del proxy. Introduce su usuario y contraseña, y por
supuesto le dice que lo ha escrito mal.
Y por supuesto, ese mensaje de color amarillo que
avisa de que tiene el bloqueo de mayúsculas activo mientras escribe su
contraseña es cerrado a mano con el ratón sin ser leído antes. De nuevo llama
al informático, y éste raudo y veloz aparece por la sala y le dice que en cinco
minutos le cambia la contraseña. Sin embargo, como ya os imaginaréis, la nueva
contraseña tampoco funciona por el mismo motivo que antes.
Cansado y con ganas de irme, levanto la mano y le
explico que debe desactivar el bloqueo de mayúsculas. Al hacerlo, le acepta la
contraseña a la primera. El informático vuelve a marcharse mirándome con peor cara
que antes. De verdad que yo no entiendo cómo gente así puede tener trabajo y yo
estar en el paro. Que es lo más básico. Y que le estaba saliendo un puto
mensaje indicándole el fallo y ni la orientadora ni el informático se han
dignado en leerlo, coño. Los puñeteros mensajes de error están para algo, que
Windows no es tan malo si LEES lo que te dice.
Prosigue con la formación. Accede a la web de la
comunidad de Madrid y nos enseña cómo darnos de alta. Por supuesto no le
funciona la prueba, porque para ella los campos marcados con un asterisco rojo
no son obligatorios, aunque haya un cartel que ocupa un tercio de la pantalla
que diga que sí. Así pues, en vez de crear un usuario nuevo para la prueba,
decide entrar con el suyo propio, para enseñarnos dónde vive, su teléfono
móvil, su DNI y demás datos personales.
Una vez accedida a la aplicación, nos muestra el
buscador de ofertas. Hace algunas búsquedas, entra en una oferta, y nos explica
que en éstas ya no utilizan al INEM como mediador, sino que podemos contactar
directamente con la empresa mediante email.
– Y para escribirles, solo tenemos que hacer clic en
la dirección de email. Pero no lo voy a hacer porque aquí no tengo instalado en
Outlook, pero no os preocupéis porque es algo que viene de serie con todos los
ordenadores.
Agacho la cabeza y niego levemente. La orientadora me
mira, y reconociéndome me llama por mi nombre.
– ¿No es así ManOwaR?
– No. Outlook pertenece al paquete Office de Microsoft y es de pago.
– Ah, pues aquí viene en todos los ordenadores.
– Porque son ordenadores preconfigurados y tendrán las licencias compradas. Yo
por ejemplo no tengo Outlook.
– ¿Y entonces cómo mandas emails?
– Con GMail por ejemplo. Sea cual sea el cliente de correo que tengas
predeterminado en el ordenador, el sistema te lo reconoce y lo utiliza para
enviar el correo cuando haces clic en el enlace.
– Ah vaya, pues no sabía.
Realmente me jodió bastante esta escena. No me gusta
ir de listo, pero coño, que me llamó por mi nombre y todo después de
solucionarle los dos primeros “problemas” que había tenido.
Me resultó curioso que cada vez que quería enseñarnos
algo nuevo, cerraba completamente Internet Explorer y lo volvía a abrir. Luego
resoplaba por tener que volver a poner su usuario y contraseña del proxy cada
vez. Hasta que Internet Explorer decidió que también estaba harto y que
prefería morir, y eso hizo. Cada vez que lo abría, ponía su usuario y
contraseña, y luego moría. Hasta que tenía 20 procesos abiertos y entonces fue
Windows el que se negó a abrir más mierdas. Y llamó al informático.
Al entrar, no dejaba de mirarme mientras la
orientadora le explicaba el problema. Decidieron que en vez de matar los
procesos o simplemente reiniciar el ordenador, sería mejor que el informático
se llevara el equipo para formatearlo, así que la orientadora dio la clase por
finalizada. Mientras todos nos levantábamos y nos despedíamos de ella, comentó
que si alguien tenía alguna pregunta o necesitaba más información.
Me acerco a ella y le ofrezco mi CV.
– Por si os hace falta a corto plazo.
Y con las mismas me voy.
Vaya tela…
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