De estas veces que uno recuerda cómo empezó todo, y en lo que ha acabado uno convertido. Era una fría mañana en la vieja España, cuando yo me disponía a coger mis bártulos para comenzar un nuevo curso en el colegio. A mis 10 años de edad, cargar con los 8 Kg de mochila y caminar hasta el colegio suponía toda una proeza, pero por suerte en aquella época yo ya le daba bien al baloncesto y podía soportar esa carga, e incluso llevar una riñonera con peonzas y canicas. Qué bien nos lo pasábamos en los recreos con estos juguetes, cuando nadie tenía ya no smartphones, sino ni siquiera teléfonos móviles. ¡Ay! Qué viejo me siento, y eso que todavía no he cumplido los 30…
A esa edad, yo ya tenía una NES Nintendo que me
regalaron por mi comunión (si bien es cierto que mis amigos ya hacía más de un
año que disfrutaban de ella), pero no tenía ni la más remota idea de lo que era
un ordenador. Bueno, sí, de verlo, pero nunca había tocado uno. No obstante,
ese mismo otoño llamaron a mis padres a una práctica que en los 90 se hacía
mucho, pero parece que a día de hoy se ha perdido el hábito: ibas a una charla,
te tragabas el discurso de un comercial intentando venderte una enciclopedia, y
solo por ir te hacían un regalo. Fue el caso en el que conseguí mi primer
ordenador (aunque quizás debería decir que mis padres lo hicieron), un Amstrad
CPC 464 Plus que todavía conservo bien guardado.
Gracias a ese “ordenador” (por llamarlo de alguna
manera, ya que para los que no lo conozcáis debéis saber que funciona con
cartuchos y cintas de audio. Sí, de casette, ese aparato que hace ya muchos
años que también ha desaparecido en favor de los MP3. Ah no, que los MP3
también han desaparecido, o casi…) se despertó mi curiosidad para con la
informática. No obstante, era un aparato muy complicado, con muchas teclas, y
que se rompía muy fácil (reconozco que con 11 años las cosas se caían de los
armarios cuando yo pasaba a su lado sin ni siquiera tocarlas), así que yo tenía
prohibido tocarlo. Mi padre puso mucho énfasis en aprender, y de hecho copió a
mano las más de 8000 líneas de código en Basic que tenía un juego llamado
“Guante blanco” en el ordenador, pero lamentablemente algo debió de copiar mal
puesto que tras muchas, muchas tardes de arduo trabajo el juego no quiso
funcionar. Eso desanimó a mi padre de tal manera, que no volvió a tocar el
ordenador… y eso significó vía libre para mi.
No quiero aburriros contándoos mis peripecias con el
Amstrad CPC 464 Plus, pero sí os puedo decir que las horas invertidas en ese
arcaico aparato son incontables. Lamentablemente era un aparato tan sumamente
anticuado que se me quedó pequeño en seguida.
Las Navidades de ese mismo año, mi madre decidió que
mi hermana y yo ya éramos lo suficientemente maduros como para decidir qué
queríamos ser en el futuro, y ambos lo teníamos soberanamente claro: mi hermana
quería ser música, y mis padres le compraron un piano de pared que les costó en
su día medio millón de pesetas. Yo decidí ser informático, era algo que me
apasionaba, y ya sabéis que un niño de 10 años es pura curiosidad. Así pues,
mis padres me compraron mi primer ordenador (un 486XD2 66 Mhz) y me apuntaron a
la academia de informática de la casa de la cultura del pueblo.
A día de hoy, todavía sigo agradeciendo a mis padres
el enorme sacrificio que tuvieron que hacer para que tanto mi hermana como yo
pudiéramos forjarnos un futuro. Fijaos que con esa tierna edad (mi hermana me
saca 4 años, por cierto) ya teníamos ambos muy claro lo que queríamos ser de
mayores, y gracias al sacrificio de mis padres ambos lo logramos. No exagero
cuando digo sacrificio, en esas Navidades se gastaron el sueldo de todo el año
y, sin llegar a pasar hambre, el año siguiente lo pasamos bastante puteados
económicamente hablando. Pero mereció la pena.
Como decía, gracias a eso, a día de hoy mi
hermana lleva muchos años ya ejerciendo de profesora de música, y yo llevo casi
13 años siendo puta informático. Es cierto que llevo más de un año
muy jodido en lo que a trabajo se refiere, ya sabéis cómo va el país, pero no
me arrepiento lo más mínimo de mi decisión de hace ya 19 años.
Así pues, gracias Mamá, gracias Papá.
Ahora os dejo, que me acaba de llamar mi madre porque
dice que su ordenador se ha vuelto loco y le ha desinstalado el OpenOffice él
solo. Me conecto por Teamviewer a su PC, le creo los accesos directos de nuevo,
y ya si eso en un rato sigo con vosotros…
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