miércoles, 23 de febrero de 2022

Los sentimientos de los informáticos

La vida del informático es un cúmulo de sentimientos. Ese sentimiento inigualable de triunfo y alivio cuando por fin logras solucionar un problemón que te ha traído de cabeza durante las últimas horas o días. Esa sensación de impotencia y agonía cuando ocurre un problema y no tienes ni puta idea de cómo solucionarlo. Esa sensación de que los lusers te miran como a un ser superior porque les has arreglado con un par de clics un problema que les impedía trabajar. El sentimiento de incredulidad cuando algún luser la lía parda por una estupidez. Pero el mejor de todos sin lugar a dudas es ese sentimiento de ira contenida cuando parece que todo el mundo se ha propuesto tocarte los huevos…

 

Resulta que la infraestructura informática de una de nuestras sedes en otro país la montó el antiguo director de IT sin tener mucha idea de qué estaba haciendo. Por ejemplo, hay dos Fortis que no sirven para nada porque conectaron el router del ISP directamente al switch de LAN. O por ejemplo por el hecho de que el rack de servidores y comunicaciones está en la misma sala donde trabajan los lusers, al lado de una puerta, con el cable de chicha tan tirante que como un luser pase por ahí un poco despistado se lo lleva por delante y hace que se apague todo el armario (porque efectivamente el menda no tuvo a bien comprar un puto SAI). Por éste motivo, los “blackouts” como dicen ellos son frecuentes.

 

Y claro, con tanto apagón mucho habían tardado los equipos en comenzar a dar problemas. Concretamente, ésta semana se fastidió la LUN de la cabina de discos que sirve al entorno de máquinas virtuales, máquinas entre las que está el controlador de dominio de la sede. Pero esto no es todo, pues también se fastidió el router del ISP, algo que solucionaron de manera eficaz y autónoma llamando al ISP y éste sustituyó el router por uno nuevo en el mismo día. Pero claro, ¿para qué preguntarme a mí? Porque eso de pensar que el router debe tener una configuración especial no se le ocurre a nadie. Total, en su casa les funciona tal cual. En definitiva, el resultado es que la VPN entre sedes dejó de funcionar, por lo que sin su DC y sin VPN interna para usar los de aquí no tenían ni salida a Internet ni a la LAN interna. Quedaron totalmente aislados.

 

Total, que andaba yo tratando de solucionar el problema hablando por teléfono con el luser de la sede menos atontado más espabilado para que cargara el fichero de configuración en el router y así al menos recuperar la VPN interna para poder empezar a meter mano al asunto. Afloró el sentimiento de impotencia al no poder hacer nada más allá que armarme de paciencia mientras trataba de explicar las cosas una y otra vez para que el luser lo entendiera y no la cagara, y encima totalmente a ciegas. Un proceso tan sencillo como acceder a la web del router -> poner usuario y contraseña -> Opciones avanzadas -> Copia de seguridad y restauración -> Restaurar -> Meter el fichero de configuración -> Aceptar se demoró más de tres horas, pero no por lo que vosotros pensáis.

 

Como practicante de la doctrina del BOFH-Zen tengo bastante paciencia, máxime siendo consciente de que el luser no tiene ni puñetera idea de lo que está haciendo y que además no es su trabajo. El pobre hombre hacía lo que podía, y de hecho en cada paso me enviaba una foto de su pantalla a través de Whatsapp. El problema radica en que los lusers piensan que los informáticos estamos a su puto servicio, que no tienen ningún respeto por nuestro trabajo y que les suda los cojones que yo esté puteado intentando solucionar un problemón como el que tenía entre manos porque necesitan que solucione sus gilipolleces para ayer. Y cuando en la empresa tienes un jefe que es un Luser Avanzado™ de los peligrosos, entonces el sentimiento que aflora es la ira.

Una ira que tratas de contener, porque tienes al teléfono a una persona que no tiene culpa de nada y encima está intentando ayudarte. Esa ira se va haciendo un revoltijo en el estómago, quemándote las entrañas primero, ardiendo por las venas después, hasta que se sobrepasan los límites del BOFH-Zen y se desata el apocalipsis. Por suerte, tantos años de experiencia me han enseñado a canalizar la ira en forma de venganza. Y yo siempre he pensado que la venganza es el único sentimiento más poderoso que la ira o el amor.

Mientras hablaba por teléfono con el luser tratando de darle indicaciones, el $Boss me abre una conversación de chat…

 

-          Hola ManOwaR.

-          Hola.- le respondo porque es el $Boss, porque si no encima la tenemos…

-          ¿Qué ha pasado en la sede de tontilandia?

-          Ha habido un corte eléctrico que se ha llevado por delante algunos equipos, ya estoy en ello.- trato de ser escueto y no dar detalles de forma deliberada porque ya me sé lo que va a pasar si no.

-          ¿Cuándo va a estar solucionado? Necesito una previsión.- como buen $Boss que es, debe tener visibilidad de todo.

-          No lo sé, estoy en ello.

-          ¿Hoy? ¿Mañana? ¿La semana que viene?- como no podía ser de otra manera, no entiende la palabra “no”.

-          Todavía estoy valorando los daños.- y yo me hago el orejas.

-          Te cojo un billete de avión y te vas mañana para allá.- abro las piernas para hacerle hueco a los huevos. Le digo al luser que vamos a descansar cinco minutos, que le llamo en seguida.

-          Vamos a ver $Boss. Le estoy diciendo que todavía estoy valorando los daños, que no tengo una previsión de solución ni si la va a tener. Aunque fuera para allá no puedo garantizar que pueda solucionarlo yo.

-          Ok.- y se queda tan ancho. Ahí se termina la conversación, con dos cojones.

 

Me froto el puente de la nariz y me masajeo las sienes. Me espera un día muy largo. Pero claro, en cuanto los lusers me han visto colgar el teléfono, no han perdido el tiempo para venir a mi mesa a preguntar “¿Ya está solucionado? ¿No? ¿Y cuándo va a estar? Pues esto es una mierda. Pues necesito hablar con ellos para hacer mi trabajo. Pues ya podemos cerrar la sede porque si encima que son poco rentables no podemos trabajar con ellos apaga y vámonos”. Empiezo a notar cómo me duelen las pantorrillas;  no puedo abrir más las piernas para hacerle sitio a las pelotas. Mando a la mierda a todo el mundo y cierro la puerta del despacho.

 

Vuelvo a llamar al luser de la otra sede para proseguir, pero a los dos minutos comienzan a saltarme ventanas de chat de lusers pidiéndome que les solucione mierdas varias. Un Outlook que no se abre. Un tío de contabilidad que no tiene acceso a recursos humanos. Una de administración que me quiere vender un Seat Ibiza o algo así… paso, cierro la aplicación de chat. Necesito tranquilidad y centrarme (porque estar en modo “No disponible” tampoco significa nada para esta fauna). No pasan ni cinco minutos hasta que una luser se asoma por la puerta para decirme que aparezco desconectado en el chat. Tengo que controlarme para no saltar encima de ella cual Mellivora Capensis protegiendo su madriguera y por el esfuerzo noto cómo me aparece un bulto de ira justo a la altura de la yugular.

 

Finalmente y no sin esfuerzo logro que el luser meta el fichero de configuración y recupero la conexión VPN con la sede, aunque claro, siguen sin DC y queda mucho trabajo por hacer para dejarlo solucionado. Escribo un correo al $Boss para que se quede tranquilo, ya que al menos ya tienen red interna y pueden navegar a través de nuestros DCs. El boss me contesta que ninguno de sus dispositivos le sincroniza el correo (está como siempre desde su casa), y entonces me pregunto que desde dónde me ha contestado. El bulto del cuello empieza a fastidiarme, así que decido que casi mejor lo apago todo y me voy a mi casa a seguir desde allí. Los lusers me miran con cara de mala leche preguntándose por qué me estoy marchando tan pronto de la oficina con todos los problemas que hay. Claro, ellos se marcharán a su hora y se olvidarán del curro hasta el día siguiente, pero no saben que a mí me espera una tarde cojonuda trabajando desde casa hasta vaya usted a saber qué hora. Esto NUNCA NADIE lo sabe.

 

Llego a mi casa una hora más tarde, y todavía falta una hora más para que la gente se marche de la oficina. Enciendo mi ordenador, me conecto al curro y comienzo a indagar a ver qué leches ha pasado. Ni 15 minutos llevo cuando me saltan las ventanas de chat de los cojones. Cierro la aplicación, no quiero saber nada. (culpa mía por ir a tiro hecho, la aplicación de chat se abre automáticamente al arrancar la máquina virtual). Pero claro, entonces comienzan a enviarme mensajes por Whatsapp a mi puto móvil personal. Lo apago, y empiezo por fin a centrarme en el problema. Poco más tarde, logro dejarlo parcheado a falta de que el fabricante de la cabina me ayude a hacerle un recovery al journal para recuperar la LUN.

 

Al día siguiente vuelvo a la oficina, y noto cómo los lusers me miran con cara rara. Nada más entrar e incluso antes de encender mi ordenador me llaman de RRHH para que me persone de manera urgente en su departamento, así que allá voy.

 

-          Hola ManOwaR, siéntate por favor.

-          ¿Por qué estoy aquí?.- me siento.

-          Voy a ir al grano: han puesto una queja formal contra ti, diciendo que ayer te negaste a dar soporte a algunos usuarios.

-          Me tomas el pelo, ¿no? ¿Quién, a qué hora y por qué motivo?

-          Ha sido Barbucia, de producción. Dice que ayer por la tarde te escribió por Whatsapp y que no le contestaste, tenía un problema y no pudo hacer una entrega.

-          Sabes que ayer teníamos un problema crítico en otra sede, ¿no?

-          Sí.

-          Y, ¿sabes que el departamento de informática soy yo solo, y que por lo tanto tengo que priorizar, no?

-          Sí, normal.

-          Entenderás entonces que de prioridad a un problema que afecta a toda una sede frente al de un solo usuario, ¿cierto?.- mientras tanto abro el correo corporativo desde el móvil.

-          Y también sabes que no tengo absolutamente ninguna obligación de atender incidencias de usuarios fuera de horario, ¿verdad?

-          Hombre, tampoco es eso…

-          Sí que lo es. Máxime cuando me mandan mensajes a mi teléfono personal. Y yo no se lo he dado, ergo alguien se ha pasado por el forro la LOPD.- encuentro lo que buscaba en el correo: un email de Barbucia diciéndome que no le funciona el correo (me lo ha debido de enviar por burofax o algo) con una captura de pantalla que muestra una advertencia diciendo que tiene el buzón lleno al 90%. La sensación de ira comienza a convertirse lenta pero de manera firme en satisfacción.

-          Bueno ManOwaR, tampoco te pongas así…

-          ¿Y cómo quieres que me ponga cuando me han puesto una queja formal? Además, te voy a decir una cosa.- me levanto y le enseño la pantalla del móvil.- ¿A ti te parece que éste “error” impide a un usuario hacer su trabajo?

-          Pues hombre, no sé…

-          Ya te digo yo que no. Es una advertencia que avisa que tiene el buzón de correo casi lleno, y ya está. Le funciona perfectamente y prueba de ello es que me ha enviado éste correo a mi.- la tipa se queda callada, sin palabras. Yo sigo.

-          El tema es que éste fulano o bien no tiene ni puta gana de hacer su trabajo, o bien es retrasado mental. Y en cualquiera de los dos casos, se merece estar en la cola del paro y no cobrando por tocar los huevos a los demás con su incompetencia.

-          Bueno vale, mira, vamos a hacer una cosa. Nos olvidamos de la queja, que no va a ningún lado, y lo dejamos estar. ¿Vale?

-          Ah, no.

-          ¿Cómo que no?

-          Que no lo vamos a dejar estar. Esto ha sido un atentado personal, y solicito personalmente el despido de ésta persona.

-          Bueno, oye, cálmate.- estoy totalmente calmado.- ¿Por qué no llamamos a Barbucia y lo hablamos los tres?

-          Sí claro, adelante.

 

La chica de RRHH llama a Barbucia, el cual viene con aire de superioridad al despacho, y sin dar los buenos días ni nada se sienta.

 

-          Bueno, ¿qué pasa?.- que tu culo huele a grasa, gilipollas.

-          Hola Barbucia.- comienza la de RRHH conciliadora.- te hemos llamado para hablar de lo que sucedió ayer.

-          Ah sí. Llevo desde ayer sin poder trabajar.- me recuesto en la silla y le hago un gesto a la chica para que hable ella, pero me responde con otro gesto como diciéndome que no sabe cómo empezar, así que tomo yo la iniciativa.

-          A ver Barbucia, ¿qué es lo que te impide trabajar?

-          Pues que no me funciona el correo, y lo necesito para hacer las entregas a clientes.

-          Y dime una cosa, ¿no me enviaste un correo ayer para decirme que no te funcionaba el correo?

-          ¡Sí! ¡Y ni me has contestado!

-          Ajam…

-          También te mandé un whatsapp y me aparecen las dos palomitas azules como que lo has leído y tampoco me has contestado.

-          Ya, de eso también quería hablarte. Mira, voy a serte totalmente franco: eres gilipollas.

-          ¡Oye!.- gritan al unísono tanto Barbucia como la chica de RRHH.

-          Es la verdad. Para empezar, me envías un correo para decirme que no te funciona el correo, ¿no te parece una incongruencia? Además, el mensaje de error no es de error, es una advertencia que evidentemente no te has molestado en leer, y que simplemente te avisa de que tienes el buzón casi lleno.

-          ¡Y yo qué sabía!

-          Claro, cómo vas a saberlo si no sabes leer. Llevas 20 años levantando cajas de Whisky y todavía lo escribes con G. Por otro lado -hace el ademán de responderme pero me adelanto- también me pregunto de dónde has sacado mi número de teléfono personal. Y qué te ha hecho pensar que yo tengo que ayudarte a nada fuera de horario.

-          Yo…

-          Sí, tú. Mira, vamos a hacer una cosa. Pásate por tu sitio y recoge tus cosas, que ésta amable señorita de aquí te va a ayudar a gestionar tu finiquito y los papeles del paro.- la chica me mira con cara como pidiendo piedad.

-          Pero, ¿entonces?- y Barbucia me mira con cara de cordero degollado.

-          Sí, estás despedido. Que hay que explicártelo todo.

 

La vida del informático es un cúmulo de sentimientos, como decía al principio. Y lejos de sentirme mal, el tener por una vez el poder de mandar a alguien a donde le corresponde me ha hecho sentirme bien. Muy bien.

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