Últimamente -desde hace mucho tiempo, de hecho- prácticamente no tengo tiempo de escribir en el blog, y es verdad que lo tengo muy abandonado. Ya sabéis que ser el único informático de una empresa tiene más contras que pros, y uno de ellos es que me falta tiempo material -pero no material propiamente dicho-. Y ya lo que faltaba es que al jefe se le ocurra la maravillosa idea de hacer una auditoría interna para “optimizar los procesos”. Sí, otra auditoría.
Otra empresa, otra auditoría.
Así son las cosas. Pero bueno, durante éstos últimos meses digamos que me han
dejado un poco en paz, y he tenido bastante tiempo para dedicarme a mi trabajo
(no me refiero a la doma de lusers sino a la administración de sistemas). He
securizado la red, he cambiado de proveedores de varias cosas, y otras tantas
que he propuesto y se han quedado en el tintero o bien porque no hay dinero o
bien porque el jefe no ha tenido a bien dar su beneplácito (por ejemplo una centralita
VoIP que se cae a cachos y que hay que reiniciar a cholón un par de veces al
día, o un servidor de ficheros que, para que os hagáis una idea, tiene discos
SATA 2), y he ido amaestrando un poco a los lusers, si bien es cierto que en
ésta empresa han tomado la política “Burrikín”: contratar gente, formarla, y al
año no renovarles el contrato para volver a coger a otro novato y que haya que
volver a formarle; la pescadilla que se muerde la cola, HOYGAN.
Pero bueno, ese no es el caso
así que vamos a lo que vamos: las auditorías (que para eso sí que hay dinero,
digo yo).
Tengo la mala costumbre de
llegar pronto a la oficina. MUY pronto. Generalmente soy yo quien abre y quita
la alarma. Lo hago a propósito por varios motivos que no vienen al caso, y en parte
porque tengo un buen rato de suma tranquilidad para ver qué ha pasado durante
la noche en mi entorno y poder solucionar mierdas o hacer mantenimientos antes
de que la fauna entre a trabajar.
Un lunes por la mañana, como
media hora antes de que la gente entrara a trabajar, llamaron a la puerta. No
tengo por costumbre abrir a nadie, pero dio la casualidad de que yo me
encontraba en el CPD trasteando con unos latiguillos y unas bocas de red en el
panel de parcheo que no daban servicio, y como el CPD pilla a escasos tres
metros de la puerta de entrada me acerqué más por curiosidad que por otra cosa.
Allí me encontré a dos señores rondando la cuarentena, escondidos tras sendas
corbatas, gomina y trajes alguna talla más grande de lo que debería, con maletines
de cuero bien desgastados y cara de no haber ingerido suficiente cafeína esa
mañana.
– Hola, ¿necesitan algo? –
entorno
– Hola buenas, venimos de la empresa Pernada y asociados, hemos
quedado con $Boss a las 9.
– Buena suerte entonces.- respondo mientras cierro la puerta con
llave, por si acaso.
Lo de buena suerte iba,
evidentemente, con doble sentido. Primero porque tener una reunión con el $Boss
trae consigo ganarse un nuevo síndrome de algo. Y segundo porque lleva como un
mes sin aparecer por la oficina y, además, como buen jefe que es acostumbra a
llegar siempre tarde porque es una persona importante y se le tiene que
esperar.
Los “Pernados”, sin embargo, no
se rinden y vuelven a llamar al timbre. En ésta ocasión decido descolgar el
telefonillo y gritar “¡NO QUEREMOS BIBLIAS!” para después colgar sin esperar
respuesta. Sé quiénes son esos señores y sé a lo que vienen, ya que no en vano
he trabajado muchos años en el Equipo A y detecto un consultor a la legua
aunque esté vestido de flamenca en un concierto del Fary. “La hemos jodido”, es
todo lo que me vino a la mente en ese momento.
En fin, pasó el día sin mayores
percances más allá de las burradas diarias habituales de la fauna. Curiosamente
nadie vio al $Boss y yo no volví a saber nada de los dos Pernados en todo el
día, pero dado que la sala de reuniones se mantuvo ocupada pues resulta
evidente que estaban dentro jugando a los médicos. Que nos van a arreglar la
empresa, que van a integrar procesos super guays y que todos vamos a tener
titulaciones en inglés la mar de molonas. Seguro.
Pero al día siguiente tuve que
retractarme de lo que pensaba, pues resultó que los señores Pernados no eran
consultores sino auditores. Son más o menos lo mismo, pero en lugar de pagarles
para que implanten procesos para mejorar la empresa, les pagas por decirte lo
que haces mal según su criterio y se van sin hacer nada. Al menos tocan menos
los huevos, la verdad (nunca he tenido consultores de esos maravillosos
estilo Fuckingcrack como
Wardog, pero auditores van unos cuantos ya a lo largo de los años y de las
empresas…).
Total, que la semana
transcurrió más o menos ligera para mi por muchos motivos: por un lado porque
los Pernados anduvieron paseándose por todos los departamentos de la empresa y
reuniéndose en privado con todos y cada uno de los lusers (los cuales
parecieron desarrollar en el transcurso un curioso efecto bisagra en los
riñones). Y por supuesto producción es lo primero y sistemas es la arena que
está debajo de la base de la pirámide jerárquica, así que me dejaron para el
final. Sin embargo, el inevitable día al final tuvo que llegar.
– ¿ManOwaR, no?.- uno de los
seres encorbatados y cuyo traje ha vivido mejores días se me acerca por la
retaguardia mientras andaba yo haciendo mis cosas de BOFH.
Dudé un par de segundos si
responder con una gracia o no, pero al final opté por no hacerlo, no fuera que
todavía les durara el mosqueo por dejarles fuera el lunes diciéndoles que no
queríamos biblias.
– El mismo. ¿Y usted es…?.-
respondo sin quitar la vista de la pantalla. Justo ese día un disco de la
cabina había pasado a mejor vida y andaba yo lanzando el rebuild del RAID.
– Soy el auditor.
– Pues muy buenas, auditor. ¿Y tienes nombre o te llamo así?
– Ah, es que pensé que ya me conocías. Como llevo toda la semana
por aquí…
– No tengo tal honor -realmente nadie se dignó a hacer una
presentación o simplemente a avisarnos de que nos iban a “auditar”-.
– Bueno, no te preocupes. ¿Me acompañas a la sala de reuniones?
– No.
– ¿Cómo que no?.- pone cara de indignado.
– Que mis padres me educaron bien y me dijeron que nunca me fuera
con desconocidos.
– ¡Pero si ya me conoces!
– Sigo sin saber tu nombre.
– Ah, perdona, es que he entrevistado ya a tanta gente que no sé
ni por dónde voy. Me llamo Detrito Pernada.
– Muy bien. Yo soy ManOwaR, no era tan complicado, ¿no?
– Bueno, ¿vamos a la sala?
– No.
– Pero, ¿cómo que no?
– Me pillas en un mal momento, igual deberías de haber pedido
cita.- los lusers empiezan a asomar la nariz por encima de los monitores,
extrañados de que alguien le lleve la contraria a su nueva deidad: el auditor™.
– Mira, como quieras. Yo hablo con $Boss y listo. Yo vengo a
ayudaros, pero si no quieres colaborar…- ¡Oh! Psicología inversa y con amenaza
incorporada, qué guay. Una pena que de pequeño me cayera en una marmita de
mesudalapollamina 500 mg. Y que no lleve muy bien el tema de las amenazas.
– Va bene.
– ¿Cómo? ¿Te da igual que se lo comunique al $Boss?
– Avanti con el pene.- extiendo el brazo con la mano abierta
indicándole dónde puede encontrarle.
– De acuerdo.- dice mientras sale escopetado escaleras abajo, de
nuevo al amparo de nuestro querido líder.
Ya lanzado el rebuild del RAID,
a esto le quedan unas cuantas horas de trabajo por delante -siempre que no se
cruja por el camino-, el servidor de archivos sigue activo y funcionando pero
su rendimiento se verá reducido por el rebuild, así que preparo un correo para
avisar a todos los lusers y que no me molesten si “el servidor va lento”.
Mientras estoy en ello, veo por el rabillo del ojo que otra figura encorbatada
se sitúa sigilosamente a mi izquierda. Pero éste no lleva un traje viejo que le
queda mal, sino uno de marca y hecho a medida. Incluso lleva un sujeta corbatas
de oro con los huevos de una cocatriz engarzados: es el $Boss, y con sus
mejores galas.
– Hola, ManOwaR.
– Hola jefe, ¿hay boda?
– Je, qué gracioso.- menos mal que ya me conoce y acepta mi
condición aquí.- Oye, estos señores han venido a echarnos una mano, a ver si
conseguimos levantar el vuelo de una vez, así que haz el favor de ir con ellos
a la sala para que te entrevisten y así puedan evaluar si hay algún punto en el
departamento de IT que necesite mejoras.- joder, cómo habla el tío… qué talante,
qué labia, qué… joder, suena a consultor.
– Voooooy.
El campo de batalla se mueve
ahora a la sala de reuniones, en la que curiosamente veo unas bandejas con
termos de café y bollería variada. Desde luego los tíos se lo han sabido montar
bien, así que no veo ningún motivo por el que no aprovecharlo. Me acerco al
carrito, cojo un vaso de plástico y comienzo a servirme un café con leche
mientras sujeto con la boca una napolitana. Mientras, el $Boss y Detrito van
tomando asiento y esperan pacientemente a que termine de servirme. Cuando me
doy cuenta, apuro el café y el bollo, me sirvo otro café y voy para la mesa.
Tomo asiento.
– Bueno ManOwaR, cuéntame en
qué consiste tu trabajo.- comienza el señor Pernada.
– ¿Quiere la versión larga o la resumida?
– Puedes empezar con la resumida.
– Entonces terminaremos pronto: Si tiene cables y va conectado a
la red eléctrica, yo lo administro.
– ¿Cómo? ¿Pero no eras el informático? ¿O acaso me estás diciendo
que también arreglas la cafetera?.- dice sonriendo y guiñándole un ojo al
$Boss, el cual le sigue el juego. Les dedico mi mejor sonrisa y brindo con el
vaso de café, apuro el vaso y me levanto a tirarlo a la basura. Mientras tomo
asiento de nuevo, les he dado tiempo a que dejen de reír, y con toda la
seriedad que soy capaz de reunir respondo.
– No, la cafetera no… al
menos no en esta empresa. Pero prácticamente todo lo
demás, sí.
– Bueno, entonces, ¿puedes ser más específico?
– A ver, usted como auditor que es sabrá de sobra cuáles son las
características de una empresa de éste tamaño, ¿verdad?
– Por supuesto.- responde poniendo tono de superioridad.
– Pues todo eso. Soy el único informático -para variar- y por lo tanto
administro toda la infraestructura de servidores, redes y equipos, incluyendo
nuevas implementaciones y soporte a usuarios.
– Ajam, vale. ¿Aplicas metodología ITIL? ¿Scrum?
– Nop.
– ¿Y cómo te organizas el tiempo?
– Pues mira, a ratos voy. Si los lusers me dejan en paz un rato
hago cosas. Si dan por culo, les atiendo porque no me queda otra. Y si peta
algo gordo tiro del cable del teléfono y me pongo con ello.- el $Boss se
remueve incómodo en su asiento.
– Ah, ya veo. ¿Y utilizas algún programa de gestión de
incidencias?
– Programa lo que se dice programa, no. Odio cualquier tipo de
software específico de gestión de incidencias, solo hacen que tarde más en
rellenarlas que en resolver el problema. Uso un Excel y a correr, y por tener
documentados problemas que resuelvo por si vuelven a pasar en el futuro.
– Ya veo.- toma notas en un bloc del milenio pasado.- Y si surge
una incidencia cuando no estás en la oficina, ¿qué pasa?
– Si no es importante se esperan al día siguiente. Si es
importante, me llaman.
– Ah qué bien, ¿entonces los usuarios son buenos?
– JAJAJAJAJAJAJAJAJA.
– ¿Qué he dicho?
– No, los lusers no son buenos. Pero la mayoría ya están
amaestrados, aunque siempre hay excepciones. Demasiadas todavía.
– Entiendo. Y durante tus vacaciones, ¿qué sucede? ¿No hay soporte
informático?
– Durante mis vacaciones, portátil y móvil. Si tienen alguna
tontería se joden. Si es algo que hay que resolver por huevos, me llaman.
– ¿Y pasa muy a menudo?
– Hasta en el mismo día de mi boda, HOYGA.- ahora es el auditor el
que se remueve en el asiento. Cruza una breve mirada con el $Boss, que mantiene
su mejor cara de póker. Es un hacha el tío.
– Vale, con esto tengo suficiente de momento. Ahora, pasaré el
resto del día viéndote trabajar si no te importa.
– Pues sí que me importa, oiga.- miro al $Boss, que me sostiene la
mirada.- pero si no hay más pelotas habrá que aguantarse. Eso sí, no me mires
el teclado ni la pantalla a poder ser, que manejo mucha información
confidencial.
– ¿Qué tipo de información confidencial maneja el informático?.-
responde con tono de suficiencia.
– Pues hombre a parte de todas las claves de los usuarios de
importancia de la empresa, puedo acceder básicamente a donde me salga del nabo.
Así que digamos que manejo TODA la información confidencial de la empresa.-
respondo más mirando al $Boss en tono de advertencia que al señor auditor.
– Pero hombre, ¿cómo puede ser eso así? Hay que cambiarlo.-
responde mirando al $Boss.- No puede ser que el informático tenga acceso a toda
la información confidencial de la empresa… contratos, nóminas, cuentas
bancarias…- el $Boss extiende los brazos con las palmas hacia arriba como
diciendo que él no puede hacer nada. Y no puede.
– ¿Estás seguro de que conoces el funcionamiento de una empresa?
– ¡Por supuesto que sí!.- oh, orgullo herido.
– Pues ya me contarás cómo voy a hacer copias de seguridad, dar
acceso a usuarios y demás tareas de gestión si ni yo tengo acceso a los
archivos.
– No te entiendo.
– Normal porque no tienes ni puta idea de cómo funciona una
empresa.- el $Boss se estira en la silla dispuesto a intervenir, pero le hago
un gesto con la mano para que me deje continuar.- vamos a ver, señor auditor,
imagine usted que se incorpora una nueva persona a recursos humanos. Esa nueva
persona tendrá que acceder a las nóminas y datos bancarios, ¿verdad?
– Hombre, evidente.
– ¿Y quién le va a dar los permisos? ¿El resto de personal de
recursos humanos, o el informático?
– Lógicamente el informático. Pero no veo a dónde quieres ir a
parar.- nos ha tocado la lotería, macho.
– ¿Y cómo se supone que le voy a dar acceso si no tengo un usuario
que tenga permisos?
– Ah no sé, eso son cosas de informática.
– Ah, claro que no sabes.
– Pero no entiendo por qué tienes que tener acceso tú a eso.- me
quedo cinco segundos con los ojos cerrados y en silencio, tratando de que el
BOFH-Zen venga a mi para no morderle las entrañas a éste individuo.
– A ver cómo te lo explico… no, mira, ya te lo he explicado. Si no
lo entiendes es tu problema, yo paso.
– Bueno bueno, no te pongas así.- escribe de nuevo en su bloc de
notas, apretando mucho el boli… y los dientes.
– Bueno, yo me voy a seguir currando. Si quieres venir adelante,
pero ve tomándote el ibuprofeno por adelantado. Es por tu bien.
Y allí que vino el hombrecillo,
con su maletín desgastado y su viejo traje dos tallas más grande de lo que
debería.
Las primeras dos horas las pasé
revisando logs y contestando chuminadas varias de los lusers, con una sombra de
pie, a mi derecha. Pasadas esas dos horas decidí coger yo mismo una de las
sillas de enfrente de la mesa y ofrecérsela, que ya ha debido de crecer
suficiente el animalico. Si es que en el fondo tengo buen corazón.
Luego, empezó la fiesta.
– ¡Mec mec! ¡mec mec!
– Sistemas…
– Hola ManOwaR, soy Sancho, el de contabilidad. – estamos a tres
metros y solo nos separa una pared de pladur, aparte que no hay nadie más con
su nombre en la empresa. Pero se agradece que especifique.
– Hola Sancho, dime.
– Oye, ¿tú podrías decirme cuántos usuarios de correo electrónico
tenemos?
– Pues así a ojo uno por barba, ¿por?
– Porque es que ha llegado una factura bastante grande por los
usuarios de correo y el $Boss me ha dicho que quiere que le saque un listado
para hacer limpieza. – está claro que no soy el único al que le endiñan tareas
que no le corresponden.
– Y quieres que te lo saque yo.
– Si no te importa… es que a mi no se me ocurre nada más allá de
contarlos uno a uno en la libreta de direcciones de Outlook.- ¡JODER! Por lo
menos ha tenido una idea.
– Venga vale, luego te la mando. Pero me invitas a comer.
– ¡Hecho!
Clac.
Pues nada, me meto en el
servidor de correo, abro la consola de powershell y con un simple comando con
algunos argumentos me saca un CSV que vale mi comida de hoy. Pero mientras
estoy en la tarea, noto una respiración detrás que me empieza a incomodar;
Detrito está demasiado cerca, mirando mi pantalla.
– Oye, a lo que te dije antes
de que nada de mirar mi pantalla añado que mantengas una distancia prudencial
de seguridad.
– Es que no veo qué estás haciendo.
– Estoy sacando el listado que me han pedido, ¿qué si no?
– ¿En una pantalla de emesedós?
– Pero vamos a ver, criatura. Podría explicarte que esto no es una
pantalla de DOS sino un Powershell y que estoy en el servidor de correo, pero
como eres auditor y no informático te sonará a chino lo que vaya a explicarte,
así que, ¿para qué preguntas?
– ¡Porque es mi trabajo! Necesito ver cómo haces tu trabajo para
poder valorarte.
– Valorarme… ¿a mi?
– Bueno, no a ti, a la situación y la carga de trabajo que tienes.
– Hmmyap. Mis cojones. A dos metros, majo.
Consigo que se aleje un poco de
la pantalla, y la mañana transcurre relativamente tranquila, con alguna
estupidez pero con “incidencias” del estilo de la de Sancho: cosas normales y
corrientes, que son las que nos ocupan la mayoría del día a los BOFH en la vida
real. Pero mientras transcurre la mañana no puedo parar de darle vueltas a lo
de que me está valorando a mí. Un fallo demasiado… casual del léxico. No, aquí
hay gato encerrado pero fijo, vamos, así que habrá que tomar cartas en el
asunto, digo yo.
Entre llamada y llamada, y
aprovechando que tenía la consola de powershell abierta, lanzo un par de
comandos para desconectar uno de los contenedores del servidor de correo,
dejando a un tercio de la empresa sin correo durante un rato. El servidor,
inteligente que es, cuando sucede algo así inmediatamente balancea los buzones
a otro contenedor y no se pierde ningún correo en el proceso, es algo
maravilloso. Algo maravilloso pero que deja a la gente sin conexión al buzón
durante 10 minutos fácil. Y claro, 10 minutos sin correo es una eternidad.
– ¡Mec mec! ¡mec mec!
– ¡ManOwaR! ¡Que no va el correo!
– Sé más precisa, Cafeína.
– ¡Que pone desconectado y no puedo ni enviar ni recibir correo!
– Ahm. Vale, voy a echarle un vistazo.
Clac.
Todo listo. Las llamadas se
suceden: en cuanto le cuelgo el teléfono a uno, casi no me da tiempo a levantar
un contenedor y desconectar otro que ya me está entrando otra llamada. Hay que
ver, no me dejan mirar cuál es el problema… y así se lo pongo de manifiesto al
señor auditor.
– ¡Mec mec! ¡mec mec!
– ¡ManOwaR! ¿Se sabe algo del correo?
– No, ni se va a saber si no dejáis de llamarme y puedo ponerme a
ver el problema, coño.- digo medio resoplando, mirando a los ojos de cebollino
de Detrito.
– Vale, vale, pero avisa en cuanto esté, ¿eh?
– Susórdenes, coño.
Clac.
– ¡Mec mec! ¡mec mec! Paso de
cogerlo. Miro alternativamente al teléfono y al auditor. Desconecto el cable.
Paz, tranquilidad. Qué gusto, coño. Me levanto, cojo una de las sillas que hay
en frente de la mesa y me acerco con ella a la puerta.
– ¿Qué estás haciendo?.- me
dice Detrito.
– En seguida lo verás.- respondo.
Nada más poner la silla, el
primer luser intenta abrir la puerta (que eso de llamar antes de entrar en un
despacho está sobrevalorado). Al ver que no cede, comienza a golpearla. Le hago
un gesto al auditor para que no haga ruido, y a los pocos segundos el luser se
rinde y se marcha. El hombrecillo pone cara de “ahora lo entiendo”. Asiento y
voy a mi sitio.
– Ahora, vamos a revisar el
problema.- le digo mientras vuelvo a asentir.
Como soy un BOFH eficiente
donde los haya, me tiro un ratito trasteando con el powershell, pero aprovecho
para comprobar que distintas funcionalidades del servidor de correo están
funcionando correctamente. Pasados 10 minutos, dejo levantados todos los
contenedores y todo funcionando de nuevo, más rápido, más ágil y menos
sobrecargado porque ya que estoy aprovecho la coyuntura para balancear los
clústers y reiniciarlos (a la mierda el uptime, esto es güindous señores), ya
que llevaban más de un año arriba y bien de falta les hacía.
Hecha mi labor, conecto el
teléfono y desatranco la puerta de nuevo. El auditor me mira con cara de
aprobación. ¡Qué eficiente soy!
– ¿Esto lo tienes que hacer
todas las veces?
– No hombre. Solo cuando pasa algo que afecta a más de un luser al
mismo tiempo.
– Entiendo…
– ¡Mec mec! ¡mec mec!- joder,
poco ha durado la paz.
– Sistemaaaaas…. el correo ya funciona.
– Hola ManOwaR, ¿puedes venir?
– Podría si supiera dónde ir.
– Venga, date prisa.
Clac.
Uno, dos, tres, cuatro…
– ¡Mec mec! ¡mec mec!
– Sistemas, me he dejado la bola de cristal en casa.
– ¿Vienes o qué?
– No.
– ¿Por qué no?
– Porque no me has dicho dónde tengo que ir.
– Joder, pues a mi sitio, ¿dónde si no?
– Ah, vale.
– Venga, aquí te espero.
Clac.
No aprenden…
– ¡Mec mec! ¡mec mec!
– Sistemas, identifícate, coño.
– Joder, ¿vas a venir o no?
– Que no voy a ir a ningún lado si no me dices quién eres y dónde
quieres que vaya.
– ¡Te he dicho que a mi sitio!
– Y dale… ¿y dónde está ubicado físicamente tu sitio?
– Joder macho, en márketing.
– Aham. ¿Y eres…?
– ChoseMe Deauville.
– Vale, por fin. Ahora voy.
Clac.
Cómo les cuesta, joder…
Me persono en el sitio del
señor Deauville, y me lo encuentro con ojos de besugo y cara de aburrido
mirando la pantalla.
– ¡Por fin!
– ¡Sí! ¡Ha llegado la estrella! ¿Qué has roto?
– No he roto nada. Mira, es que el cliente nos ha enviado un
enlace para entrar en su Sharepoint interno, pero no podemos entrar.
– ¿Y esto no me lo podías haber dicho por teléfono?
– No, es que mira, intento entrar pero me dice que la cuenta no es
válida.
– Normal, no vas a entrar con tu cuenta por tu cara bonita. El
cliente te habrá dado de alta alguna cuenta, ¿no?
– A ver…-mira el correo del cliente- ah pues sí, aquí dice que ha
dado de alta el correo del grupo que tenemos para el cliente.
– Pues entonces chungo.
– ¿Por qué?
– No vas a poder entrar. Para entrar en el sharepoint del cliente
me juego la mano de las pajas a que necesitas una cuenta Microsoft.
– Bueno pero se puede asociar, como las de Skype, ¿no?
– Antes se podía, pero desde Noviembre Microsoft ya no permite
asociar una cuenta corporativa. Vamos, que no.
– Pues se tiene que poder porque ellos nos han dado de alta.
– Venga, pues intenta entrar.- ChoseMe pone la dirección de correo
del grupo en la casilla de nombre de usuario, y al pulsar tabulador para
introducir la contraseña en el siguiente campo ya sale un mensaje en rojo
chillón que le dice que la cuenta no existe. Se me queda mirando.
– ¿Cuál es la contraseña?
– La que tú quieras.
– No puede ser la que yo quiera, será la del grupo y esa la sabes
tú.
– No, es un grupo de distribución, no tiene contraseña. Y da igual
la que pongas porque no te va a dejar entrar. Lee el mensajito colorao.- mira
atentamente su pantalla.
– Pues si el cliente nos ha dado de alta ésta cuenta es la que
tenemos que usar. – el auditor, siguiéndome cual fiel perrete, se mueve agitado
a mi lado, con los brazos cruzados. Él entiende. El luser, no. Mientras,
empieza a sonarme el móvil; un luser llamando. Rechazo la llamada.
– A ver, te estoy diciendo que no se pueden asociar cuentas
corporativas a Microsoft. Ya no. Desde Noviembre de 2016, que cambiaron la
política. La opción que tienes es crear una cuenta de Microsoft gratuita y
decirle al cliente que te de de alta esa.
– Bueno bueno, voy a investigar y ya veré lo que hago.
– Como veas.
El móvil sigue sonando. Lo
descuelgo mientras voy al despacho, y el teléfono de éste también está sonando.
Miro al auditor con cara de paciencia mientras vuelvo a rechazar la llamada del
móvil y cojo el teléfono del despacho.
– Sistemas…
– ¡ManOwaR! ¿Dónde estabas?
– Atendiendo a un luser en su sitio. ¿Quién eres y qué quieres?
– Ah nada. Soy Cafeína, de recursos humanos. Es que como no te
veía en tu sitio no sabía dónde estabas.
– ¿Y qué pasa? ¿Me estás vigilando?
– No, es que es mi responsabilidad saber dónde está todo el mundo.
– Pues ponme un localizador GPS. Me levanto constantemente a atender
a lusers, a mear, a fumar o a echarme una partidita al futbolín en el bar de
Manolo. No me molestes para tus mierdas paranoicas.
Clac.
Joder, hasta los huevos ya… Le
desvío todas las llamadas salientes al bar de Manolo. Que le pregunte a él si
me ha visto, si eso.
No me apetece sentarme en mi
equipo y ver que tengo tropecientos correos de lusers quejándose de que no les
funciona el correo (YEAH,
son todos así), así que me paso otra vez por el sitio de ChoseMe Deauville a
ver si al final ha recapacitado. No está en su sitio, y cómo no, ha dejado el
equipo desbloqueado. Veo en su pantalla que tiene una conversación abierta en
Lync, del compañero de al lado, Pintao, quien le dice “que conste en acta que
no me creo nada de lo que te ha dicho”. Sabelotodismo supino. Porque yo me
invento cualquier justificación sin fundamento con tal de no hacer mi trabajo,
y ellos saben más, por supuesto, dónde va a parar. ¿No?
Decido que es hora de aplicar
castigos. Por lo pronto ChoseMe tiene un nuevo fondo de escritorio la mar de
chulo (lo podéis descargar y usarlo si queréis).
Pintao está en su sitio, así
que no puedo hacerle nada in situ. Así que voy para mi sitio, con el auditor
pegado a los talones. Él no sabe lo que he visto en la pantalla de Deauville,
así que pone cara extraña cuando me ve enchufar VNC al equipo de Pintao y
empiezo a apretar teclas al azar mientras él intenta redactar un correo a
compras.
– ¡Mec mec! ¡mec mec!- no falla.
– Sistemas…
– ¡ManOwaR! Soy Pintao. Que mi teclado está haciendo cosas raras.
– Estará lleno de mierda. Límpialo.
– Pero para eso tenemos servicio de limpieza, ¿no?
– Los de la limpieza le pasan un pañito por encima, pero seguro
que debajo de las teclas tienes hasta musarañas.
– Pues yo paso de limpiarlo, ¿eh?
– Ah, no te preocupes. Es equipamiento informático así que es mi
responsabilidad. Espera que voy y te lo dejo como los chorros del oro.
Clac.
El auditor me mira con cara de
estar alucinando. Lleva viéndome trabajar todo el día y ya empieza a conocerme,
así que le resulta raro que “ceda” tan fácilmente a limpiar la mierda de un
teclado de un luser.
Voy para el departamento de
márketing, y me acerco a Pintao con mi mejor sonrisa.
– Bueno, pues ya estoy aquí. A
ver, aparta que voy a limpiarte el teclado…- Pintao se queda mirándome como
buscando dónde tengo el paño y el KH7.
Agarro el teclado con una mano
mientras aparto con la otra a Pintao, que se desliza sobre las ruedas de la
silla. Giro el teclado 180 grados para ponerlo boca abajo, y comienzo a
golpearlo despacito por la parte de atrás. A la mesa empieza a caer un cúmulo
de sustancias indeterminado (pero con muchas migas y pelos) hasta casi cubrir
toda su superficie. Incremento el ritmo y la fuerza de golpeo, y además de
porciones de mierda empiezan a caer teclas.
Pintao me mira con cara de
pánico, y el auditor con cara de incredulidad.
Yo finalizo la tarea estampando
el teclado contra la mesa. Empiezo, con mucha delicadeza y amor, a colocar las
teclas que se han desprendido de su lugar correspondiente. Le dejo el teclado,
ya limpito, encima de la mesa pero un poco apartado, y con un cúmulo de toda la
mierda que ha salido de éste encima de la mesa, justo en frente de Pintao,
donde tendría que estar el teclado.
– Bueno pues ya está. Ahora
solo tienes que esperar a que mañana a primera hora venga la de la limpieza
para que te limpie la mesa.
Cuando me quiero dar cuenta,
está todo el departamento de márketing mirándome mientras me marcho, con el
auditor pisándome los talones, las manos juntas casi a la altura de los huevos,
sus ojos mirándose la punta de los zapatos. Por lo menos me he desestresado un
poco (aunque el hacha que tengo en el CPD habría sido mejor), y la cara que se
le ha quedado a Pintao me hace pensar que la próxima vez se lo pensará dos
veces antes de criticar.
En fin, finaliza el día y el
auditor se marcha. Creo que ha tenido suficiente conmigo, porque no me vuelve a
molestar en toda la semana, ni en la siguiente. Sin embargo, un buen día,
recibo un correo de la jefa de recursos humanos citándome en su despacho al día
siguiente a primera hora, así que para allá que voy cuando llega el momento de
la cita.
– Buenaaaaaaass… – saludo
jovial como siempre al entrar por la puerta de su despacho. Me siento en una de
las sillas que Cafeína tiene en frente de su mesa, pongo una pierna encima de
la rodilla y me quedo expectante.
– Buenos días, ManOwaR.
– A la paz de Chuck, hermana.
– A ver, te quería comentar algunas cosas sobre la auditoría del
otro día.- dice mientras me tiende una hoja de papel. La cojo y tras una
lectura rápida me quedo con dos de las frases:
“Informático demasiado
estresado”
“Necesario más personal en el
departamento”
Asiento y miro a Cafeína. Ella tiene
la mirada perdida. Veo las lagunas de Escocia en sus pupilas.
– La auditoría ha sido poco
favorable en el departamento de informática. Según ellos estás demasiado
colapsado y necesitas a alguien que te eche una mano.
– Hombre, colapsado no. Me manejo.- pongo mi mejor cara de
sinceridad.- pero sí es cierto que estoy un poco hasta las narices de que los
lusers piensen que estoy a su disposición 24×7. Quiero tener fines de semana. Y
vacaciones. Sí que vendría bien otra persona que pueda suplir mis ausencias, la
verdad.
– Vale, pues deseo concedido.
– ¿En qué sentido? Porque deseo un lanzallamas y eso también
solucionaría la partida.
– Pero qué bruto eres.- la miro con cara inocente, de nuevo, pero
con media sonrisa en la cara.- no, te vamos a poner a una persona de apoyo en
el departamento.
– ¿Por fin un esbirro?
– Sí.
– ¡Por fin un esbirro!.- me levanto y voy saliendo del despacho,
con los brazos levantados y gritando a lo loco, con la mirada perdida.
¡POR FIN UN ESBIRRO!
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