miércoles, 23 de febrero de 2022

¡Nueva auditoría! Y ésta, con bonus

Últimamente -desde hace mucho tiempo, de hecho- prácticamente no tengo tiempo de escribir en el blog, y es verdad que lo tengo muy abandonado. Ya sabéis que ser el único informático de una empresa tiene más contras que pros, y uno de ellos es que me falta tiempo material -pero no material propiamente dicho-. Y ya lo que faltaba es que al jefe se le ocurra la maravillosa idea de hacer una auditoría interna para “optimizar los procesos”. Sí, otra auditoría.

 

Otra empresa, otra auditoría. Así son las cosas. Pero bueno, durante éstos últimos meses digamos que me han dejado un poco en paz, y he tenido bastante tiempo para dedicarme a mi trabajo (no me refiero a la doma de lusers sino a la administración de sistemas). He securizado la red, he cambiado de proveedores de varias cosas, y otras tantas que he propuesto y se han quedado en el tintero o bien porque no hay dinero o bien porque el jefe no ha tenido a bien dar su beneplácito (por ejemplo una centralita VoIP que se cae a cachos y que hay que reiniciar a cholón un par de veces al día, o un servidor de ficheros que, para que os hagáis una idea, tiene discos SATA 2), y he ido amaestrando un poco a los lusers, si bien es cierto que en ésta empresa han tomado la política “Burrikín”: contratar gente, formarla, y al año no renovarles el contrato para volver a coger a otro novato y que haya que volver a formarle; la pescadilla que se muerde la cola, HOYGAN.

 

Pero bueno, ese no es el caso así que vamos a lo que vamos: las auditorías (que para eso sí que hay dinero, digo yo).

 

Tengo la mala costumbre de llegar pronto a la oficina. MUY pronto. Generalmente soy yo quien abre y quita la alarma. Lo hago a propósito por varios motivos que no vienen al caso, y en parte porque tengo un buen rato de suma tranquilidad para ver qué ha pasado durante la noche en mi entorno y poder solucionar mierdas o hacer mantenimientos antes de que la fauna entre a trabajar.

 

Un lunes por la mañana, como media hora antes de que la gente entrara a trabajar, llamaron a la puerta. No tengo por costumbre abrir a nadie, pero dio la casualidad de que yo me encontraba en el CPD trasteando con unos latiguillos y unas bocas de red en el panel de parcheo que no daban servicio, y como el CPD pilla a escasos tres metros de la puerta de entrada me acerqué más por curiosidad que por otra cosa. Allí me encontré a dos señores rondando la cuarentena, escondidos tras sendas corbatas, gomina y trajes alguna talla más grande de lo que debería, con maletines de cuero bien desgastados y cara de no haber ingerido suficiente cafeína esa mañana.

 

– Hola, ¿necesitan algo? – entorno
– Hola buenas, venimos de la empresa Pernada y asociados, hemos quedado con $Boss a las 9.
– Buena suerte entonces.- respondo mientras cierro la puerta con llave, por si acaso.

 

Lo de buena suerte iba, evidentemente, con doble sentido. Primero porque tener una reunión con el $Boss trae consigo ganarse un nuevo síndrome de algo. Y segundo porque lleva como un mes sin aparecer por la oficina y, además, como buen jefe que es acostumbra a llegar siempre tarde porque es una persona importante y se le tiene que esperar.

 

Los “Pernados”, sin embargo, no se rinden y vuelven a llamar al timbre. En ésta ocasión decido descolgar el telefonillo y gritar “¡NO QUEREMOS BIBLIAS!” para después colgar sin esperar respuesta. Sé quiénes son esos señores y sé a lo que vienen, ya que no en vano he trabajado muchos años en el Equipo A y detecto un consultor a la legua aunque esté vestido de flamenca en un concierto del Fary. “La hemos jodido”, es todo lo que me vino a la mente en ese momento.

 

En fin, pasó el día sin mayores percances más allá de las burradas diarias habituales de la fauna. Curiosamente nadie vio al $Boss y yo no volví a saber nada de los dos Pernados en todo el día, pero dado que la sala de reuniones se mantuvo ocupada pues resulta evidente que estaban dentro jugando a los médicos. Que nos van a arreglar la empresa, que van a integrar procesos super guays y que todos vamos a tener titulaciones en inglés la mar de molonas. Seguro.

 

Pero al día siguiente tuve que retractarme de lo que pensaba, pues resultó que los señores Pernados no eran consultores sino auditores. Son más o menos lo mismo, pero en lugar de pagarles para que implanten procesos para mejorar la empresa, les pagas por decirte lo que haces mal según su criterio y se van sin hacer nada. Al menos tocan menos los huevos, la verdad (nunca he tenido consultores de esos maravillosos estilo Fuckingcrack como Wardog, pero auditores van unos cuantos ya a lo largo de los años y de las empresas…).

 

Total, que la semana transcurrió más o menos ligera para mi por muchos motivos: por un lado porque los Pernados anduvieron paseándose por todos los departamentos de la empresa y reuniéndose en privado con todos y cada uno de los lusers (los cuales parecieron desarrollar en el transcurso un curioso efecto bisagra en los riñones). Y por supuesto producción es lo primero y sistemas es la arena que está debajo de la base de la pirámide jerárquica, así que me dejaron para el final. Sin embargo, el inevitable día al final tuvo que llegar.

 

– ¿ManOwaR, no?.- uno de los seres encorbatados y cuyo traje ha vivido mejores días se me acerca por la retaguardia mientras andaba yo haciendo mis cosas de BOFH.

 

Dudé un par de segundos si responder con una gracia o no, pero al final opté por no hacerlo, no fuera que todavía les durara el mosqueo por dejarles fuera el lunes diciéndoles que no queríamos biblias.

 

– El mismo. ¿Y usted es…?.- respondo sin quitar la vista de la pantalla. Justo ese día un disco de la cabina había pasado a mejor vida y andaba yo lanzando el rebuild del RAID.
– Soy el auditor.
– Pues muy buenas, auditor. ¿Y tienes nombre o te llamo así?
– Ah, es que pensé que ya me conocías. Como llevo toda la semana por aquí…
– No tengo tal honor -realmente nadie se dignó a hacer una presentación o simplemente a avisarnos de que nos iban a “auditar”-.
– Bueno, no te preocupes. ¿Me acompañas a la sala de reuniones?
– No.
– ¿Cómo que no?.- pone cara de indignado.
– Que mis padres me educaron bien y me dijeron que nunca me fuera con desconocidos.
– ¡Pero si ya me conoces!
– Sigo sin saber tu nombre.
– Ah, perdona, es que he entrevistado ya a tanta gente que no sé ni por dónde voy. Me llamo Detrito Pernada.
– Muy bien. Yo soy ManOwaR, no era tan complicado, ¿no?
– Bueno, ¿vamos a la sala?
– No.
– Pero, ¿cómo que no?
– Me pillas en un mal momento, igual deberías de haber pedido cita.- los lusers empiezan a asomar la nariz por encima de los monitores, extrañados de que alguien le lleve la contraria a su nueva deidad: el auditor™.
– Mira, como quieras. Yo hablo con $Boss y listo. Yo vengo a ayudaros, pero si no quieres colaborar…- ¡Oh! Psicología inversa y con amenaza incorporada, qué guay. Una pena que de pequeño me cayera en una marmita de mesudalapollamina 500 mg. Y que no lleve muy bien el tema de las amenazas.
– Va bene.
– ¿Cómo? ¿Te da igual que se lo comunique al $Boss?
– Avanti con el pene.- extiendo el brazo con la mano abierta indicándole dónde puede encontrarle.
– De acuerdo.- dice mientras sale escopetado escaleras abajo, de nuevo al amparo de nuestro querido líder.

 

Ya lanzado el rebuild del RAID, a esto le quedan unas cuantas horas de trabajo por delante -siempre que no se cruja por el camino-, el servidor de archivos sigue activo y funcionando pero su rendimiento se verá reducido por el rebuild, así que preparo un correo para avisar a todos los lusers y que no me molesten si “el servidor va lento”. Mientras estoy en ello, veo por el rabillo del ojo que otra figura encorbatada se sitúa sigilosamente a mi izquierda. Pero éste no lleva un traje viejo que le queda mal, sino uno de marca y hecho a medida. Incluso lleva un sujeta corbatas de oro con los huevos de una cocatriz engarzados: es el $Boss, y con sus mejores galas.

 

– Hola, ManOwaR.
– Hola jefe, ¿hay boda?
– Je, qué gracioso.- menos mal que ya me conoce y acepta mi condición aquí.- Oye, estos señores han venido a echarnos una mano, a ver si conseguimos levantar el vuelo de una vez, así que haz el favor de ir con ellos a la sala para que te entrevisten y así puedan evaluar si hay algún punto en el departamento de IT que necesite mejoras.- joder, cómo habla el tío… qué talante, qué labia, qué… joder, suena a consultor.
– Voooooy.

 

El campo de batalla se mueve ahora a la sala de reuniones, en la que curiosamente veo unas bandejas con termos de café y bollería variada. Desde luego los tíos se lo han sabido montar bien, así que no veo ningún motivo por el que no aprovecharlo. Me acerco al carrito, cojo un vaso de plástico y comienzo a servirme un café con leche mientras sujeto con la boca una napolitana. Mientras, el $Boss y Detrito van tomando asiento y esperan pacientemente a que termine de servirme. Cuando me doy cuenta, apuro el café y el bollo, me sirvo otro café y voy para la mesa. Tomo asiento.

 

– Bueno ManOwaR, cuéntame en qué consiste tu trabajo.- comienza el señor Pernada.
– ¿Quiere la versión larga o la resumida?
– Puedes empezar con la resumida.
– Entonces terminaremos pronto: Si tiene cables y va conectado a la red eléctrica, yo lo administro.
– ¿Cómo? ¿Pero no eras el informático? ¿O acaso me estás diciendo que también arreglas la cafetera?.- dice sonriendo y guiñándole un ojo al $Boss, el cual le sigue el juego. Les dedico mi mejor sonrisa y brindo con el vaso de café, apuro el vaso y me levanto a tirarlo a la basura. Mientras tomo asiento de nuevo, les he dado tiempo a que dejen de reír, y con toda la seriedad que soy capaz de reunir respondo.


– No, la cafetera no… 
al menos no en esta empresa. Pero prácticamente todo lo demás, sí.
– Bueno, entonces, ¿puedes ser más específico?
– A ver, usted como auditor que es sabrá de sobra cuáles son las características de una empresa de éste tamaño, ¿verdad?
– Por supuesto.- responde poniendo tono de superioridad.
– Pues todo eso. Soy el único informático -para variar- y por lo tanto administro toda la infraestructura de servidores, redes y equipos, incluyendo nuevas implementaciones y soporte a usuarios.
– Ajam, vale. ¿Aplicas metodología ITIL? ¿Scrum?
– Nop.
– ¿Y cómo te organizas el tiempo?
– Pues mira, a ratos voy. Si los lusers me dejan en paz un rato hago cosas. Si dan por culo, les atiendo porque no me queda otra. Y si peta algo gordo tiro del cable del teléfono y me pongo con ello.- el $Boss se remueve incómodo en su asiento.
– Ah, ya veo. ¿Y utilizas algún programa de gestión de incidencias?
– Programa lo que se dice programa, no. Odio cualquier tipo de software específico de gestión de incidencias, solo hacen que tarde más en rellenarlas que en resolver el problema. Uso un Excel y a correr, y por tener documentados problemas que resuelvo por si vuelven a pasar en el futuro.
– Ya veo.- toma notas en un bloc del milenio pasado.- Y si surge una incidencia cuando no estás en la oficina, ¿qué pasa?
– Si no es importante se esperan al día siguiente. Si es importante, me llaman.
– Ah qué bien, ¿entonces los usuarios son buenos?
– JAJAJAJAJAJAJAJAJA.
– ¿Qué he dicho?
– No, los lusers no son buenos. Pero la mayoría ya están amaestrados, aunque siempre hay excepciones. Demasiadas todavía.
– Entiendo. Y durante tus vacaciones, ¿qué sucede? ¿No hay soporte informático?
– Durante mis vacaciones, portátil y móvil. Si tienen alguna tontería se joden. Si es algo que hay que resolver por huevos, me llaman.
– ¿Y pasa muy a menudo?
– Hasta en el mismo día de mi boda, HOYGA.- ahora es el auditor el que se remueve en el asiento. Cruza una breve mirada con el $Boss, que mantiene su mejor cara de póker. Es un hacha el tío.
– Vale, con esto tengo suficiente de momento. Ahora, pasaré el resto del día viéndote trabajar si no te importa.
– Pues sí que me importa, oiga.- miro al $Boss, que me sostiene la mirada.- pero si no hay más pelotas habrá que aguantarse. Eso sí, no me mires el teclado ni la pantalla a poder ser, que manejo mucha información confidencial.
– ¿Qué tipo de información confidencial maneja el informático?.- responde con tono de suficiencia.
– Pues hombre a parte de todas las claves de los usuarios de importancia de la empresa, puedo acceder básicamente a donde me salga del nabo. Así que digamos que manejo TODA la información confidencial de la empresa.- respondo más mirando al $Boss en tono de advertencia que al señor auditor.
– Pero hombre, ¿cómo puede ser eso así? Hay que cambiarlo.- responde mirando al $Boss.- No puede ser que el informático tenga acceso a toda la información confidencial de la empresa… contratos, nóminas, cuentas bancarias…- el $Boss extiende los brazos con las palmas hacia arriba como diciendo que él no puede hacer nada. Y no puede.
– ¿Estás seguro de que conoces el funcionamiento de una empresa?
– ¡Por supuesto que sí!.- oh, orgullo herido.
– Pues ya me contarás cómo voy a hacer copias de seguridad, dar acceso a usuarios y demás tareas de gestión si ni yo tengo acceso a los archivos.
– No te entiendo.
– Normal porque no tienes ni puta idea de cómo funciona una empresa.- el $Boss se estira en la silla dispuesto a intervenir, pero le hago un gesto con la mano para que me deje continuar.- vamos a ver, señor auditor, imagine usted que se incorpora una nueva persona a recursos humanos. Esa nueva persona tendrá que acceder a las nóminas y datos bancarios, ¿verdad?
– Hombre, evidente.
– ¿Y quién le va a dar los permisos? ¿El resto de personal de recursos humanos, o el informático?
– Lógicamente el informático. Pero no veo a dónde quieres ir a parar.- nos ha tocado la lotería, macho.
– ¿Y cómo se supone que le voy a dar acceso si no tengo un usuario que tenga permisos?
– Ah no sé, eso son cosas de informática.
– Ah, claro que no sabes.
– Pero no entiendo por qué tienes que tener acceso tú a eso.- me quedo cinco segundos con los ojos cerrados y en silencio, tratando de que el BOFH-Zen venga a mi para no morderle las entrañas a éste individuo.
– A ver cómo te lo explico… no, mira, ya te lo he explicado. Si no lo entiendes es tu problema, yo paso.
– Bueno bueno, no te pongas así.- escribe de nuevo en su bloc de notas, apretando mucho el boli… y los dientes.
– Bueno, yo me voy a seguir currando. Si quieres venir adelante, pero ve tomándote el ibuprofeno por adelantado. Es por tu bien.

 

Y allí que vino el hombrecillo, con su maletín desgastado y su viejo traje dos tallas más grande de lo que debería.

 

Las primeras dos horas las pasé revisando logs y contestando chuminadas varias de los lusers, con una sombra de pie, a mi derecha. Pasadas esas dos horas decidí coger yo mismo una de las sillas de enfrente de la mesa y ofrecérsela, que ya ha debido de crecer suficiente el animalico. Si es que en el fondo tengo buen corazón.

 

Luego, empezó la fiesta.

 

– ¡Mec mec! ¡mec mec!
– Sistemas…
– Hola ManOwaR, soy Sancho, el de contabilidad. – estamos a tres metros y solo nos separa una pared de pladur, aparte que no hay nadie más con su nombre en la empresa. Pero se agradece que especifique.
– Hola Sancho, dime.
– Oye, ¿tú podrías decirme cuántos usuarios de correo electrónico tenemos?
– Pues así a ojo uno por barba, ¿por?
– Porque es que ha llegado una factura bastante grande por los usuarios de correo y el $Boss me ha dicho que quiere que le saque un listado para hacer limpieza. – está claro que no soy el único al que le endiñan tareas que no le corresponden.
– Y quieres que te lo saque yo.
– Si no te importa… es que a mi no se me ocurre nada más allá de contarlos uno a uno en la libreta de direcciones de Outlook.- ¡JODER! Por lo menos ha tenido una idea.
– Venga vale, luego te la mando. Pero me invitas a comer.
– ¡Hecho!
Clac.

 

Pues nada, me meto en el servidor de correo, abro la consola de powershell y con un simple comando con algunos argumentos me saca un CSV que vale mi comida de hoy. Pero mientras estoy en la tarea, noto una respiración detrás que me empieza a incomodar; Detrito está demasiado cerca, mirando mi pantalla.

 

– Oye, a lo que te dije antes de que nada de mirar mi pantalla añado que mantengas una distancia prudencial de seguridad.
– Es que no veo qué estás haciendo.
– Estoy sacando el listado que me han pedido, ¿qué si no?
– ¿En una pantalla de emesedós?
– Pero vamos a ver, criatura. Podría explicarte que esto no es una pantalla de DOS sino un Powershell y que estoy en el servidor de correo, pero como eres auditor y no informático te sonará a chino lo que vaya a explicarte, así que, ¿para qué preguntas?
– ¡Porque es mi trabajo! Necesito ver cómo haces tu trabajo para poder valorarte.
– Valorarme… ¿a mi?
– Bueno, no a ti, a la situación y la carga de trabajo que tienes.
– Hmmyap. Mis cojones. A dos metros, majo.

 

Consigo que se aleje un poco de la pantalla, y la mañana transcurre relativamente tranquila, con alguna estupidez pero con “incidencias” del estilo de la de Sancho: cosas normales y corrientes, que son las que nos ocupan la mayoría del día a los BOFH en la vida real. Pero mientras transcurre la mañana no puedo parar de darle vueltas a lo de que me está valorando a mí. Un fallo demasiado… casual del léxico. No, aquí hay gato encerrado pero fijo, vamos, así que habrá que tomar cartas en el asunto, digo yo.

 

Entre llamada y llamada, y aprovechando que tenía la consola de powershell abierta, lanzo un par de comandos para desconectar uno de los contenedores del servidor de correo, dejando a un tercio de la empresa sin correo durante un rato. El servidor, inteligente que es, cuando sucede algo así inmediatamente balancea los buzones a otro contenedor y no se pierde ningún correo en el proceso, es algo maravilloso. Algo maravilloso pero que deja a la gente sin conexión al buzón durante 10 minutos fácil. Y claro, 10 minutos sin correo es una eternidad.

 

– ¡Mec mec! ¡mec mec!
– ¡ManOwaR! ¡Que no va el correo!
– Sé más precisa, Cafeína.
– ¡Que pone desconectado y no puedo ni enviar ni recibir correo!
– Ahm. Vale, voy a echarle un vistazo.
Clac.

 

Todo listo. Las llamadas se suceden: en cuanto le cuelgo el teléfono a uno, casi no me da tiempo a levantar un contenedor y desconectar otro que ya me está entrando otra llamada. Hay que ver, no me dejan mirar cuál es el problema… y así se lo pongo de manifiesto al señor auditor.

 

– ¡Mec mec! ¡mec mec!
– ¡ManOwaR! ¿Se sabe algo del correo?
– No, ni se va a saber si no dejáis de llamarme y puedo ponerme a ver el problema, coño.- digo medio resoplando, mirando a los ojos de cebollino de Detrito.
– Vale, vale, pero avisa en cuanto esté, ¿eh?
– Susórdenes, coño.
Clac.

 

– ¡Mec mec! ¡mec mec! Paso de cogerlo. Miro alternativamente al teléfono y al auditor. Desconecto el cable. Paz, tranquilidad. Qué gusto, coño. Me levanto, cojo una de las sillas que hay en frente de la mesa y me acerco con ella a la puerta.

 

– ¿Qué estás haciendo?.- me dice Detrito.
– En seguida lo verás.- respondo.

 

Nada más poner la silla, el primer luser intenta abrir la puerta (que eso de llamar antes de entrar en un despacho está sobrevalorado). Al ver que no cede, comienza a golpearla. Le hago un gesto al auditor para que no haga ruido, y a los pocos segundos el luser se rinde y se marcha. El hombrecillo pone cara de “ahora lo entiendo”. Asiento y voy a mi sitio.

– Ahora, vamos a revisar el problema.- le digo mientras vuelvo a asentir.

 

Como soy un BOFH eficiente donde los haya, me tiro un ratito trasteando con el powershell, pero aprovecho para comprobar que distintas funcionalidades del servidor de correo están funcionando correctamente. Pasados 10 minutos, dejo levantados todos los contenedores y todo funcionando de nuevo, más rápido, más ágil y menos sobrecargado porque ya que estoy aprovecho la coyuntura para balancear los clústers y reiniciarlos (a la mierda el uptime, esto es güindous señores), ya que llevaban más de un año arriba y bien de falta les hacía.

Hecha mi labor, conecto el teléfono y desatranco la puerta de nuevo. El auditor me mira con cara de aprobación. ¡Qué eficiente soy!

 

– ¿Esto lo tienes que hacer todas las veces?
– No hombre. Solo cuando pasa algo que afecta a más de un luser al mismo tiempo.
– Entiendo…

– ¡Mec mec! ¡mec mec!- joder, poco ha durado la paz.
– Sistemaaaaas…. el correo ya funciona.
– Hola ManOwaR, ¿puedes venir?
– Podría si supiera dónde ir.
– Venga, date prisa.
Clac.

 

Uno, dos, tres, cuatro…

 

– ¡Mec mec! ¡mec mec!
– Sistemas, me he dejado la bola de cristal en casa.
– ¿Vienes o qué?
– No.
– ¿Por qué no?
– Porque no me has dicho dónde tengo que ir.
– Joder, pues a mi sitio, ¿dónde si no?
– Ah, vale.
– Venga, aquí te espero.
Clac.

 

No aprenden…

 

– ¡Mec mec! ¡mec mec!
– Sistemas, identifícate, coño.
– Joder, ¿vas a venir o no?
– Que no voy a ir a ningún lado si no me dices quién eres y dónde quieres que vaya.
– ¡Te he dicho que a mi sitio!
– Y dale… ¿y dónde está ubicado físicamente tu sitio?
– Joder macho, en márketing.
– Aham. ¿Y eres…?
– ChoseMe Deauville.
– Vale, por fin. Ahora voy.
Clac.

 

Cómo les cuesta, joder…

 

Me persono en el sitio del señor Deauville, y me lo encuentro con ojos de besugo y cara de aburrido mirando la pantalla.

 

– ¡Por fin!
– ¡Sí! ¡Ha llegado la estrella! ¿Qué has roto?
– No he roto nada. Mira, es que el cliente nos ha enviado un enlace para entrar en su Sharepoint interno, pero no podemos entrar.
– ¿Y esto no me lo podías haber dicho por teléfono?
– No, es que mira, intento entrar pero me dice que la cuenta no es válida.
– Normal, no vas a entrar con tu cuenta por tu cara bonita. El cliente te habrá dado de alta alguna cuenta, ¿no?
– A ver…-mira el correo del cliente- ah pues sí, aquí dice que ha dado de alta el correo del grupo que tenemos para el cliente.
– Pues entonces chungo.
– ¿Por qué?
– No vas a poder entrar. Para entrar en el sharepoint del cliente me juego la mano de las pajas a que necesitas una cuenta Microsoft.
– Bueno pero se puede asociar, como las de Skype, ¿no?
– Antes se podía, pero desde Noviembre Microsoft ya no permite asociar una cuenta corporativa. Vamos, que no.
– Pues se tiene que poder porque ellos nos han dado de alta.
– Venga, pues intenta entrar.- ChoseMe pone la dirección de correo del grupo en la casilla de nombre de usuario, y al pulsar tabulador para introducir la contraseña en el siguiente campo ya sale un mensaje en rojo chillón que le dice que la cuenta no existe. Se me queda mirando.
– ¿Cuál es la contraseña?
– La que tú quieras.
– No puede ser la que yo quiera, será la del grupo y esa la sabes tú.
– No, es un grupo de distribución, no tiene contraseña. Y da igual la que pongas porque no te va a dejar entrar. Lee el mensajito colorao.- mira atentamente su pantalla.
– Pues si el cliente nos ha dado de alta ésta cuenta es la que tenemos que usar. – el auditor, siguiéndome cual fiel perrete, se mueve agitado a mi lado, con los brazos cruzados. Él entiende. El luser, no. Mientras, empieza a sonarme el móvil; un luser llamando. Rechazo la llamada.
– A ver, te estoy diciendo que no se pueden asociar cuentas corporativas a Microsoft. Ya no. Desde Noviembre de 2016, que cambiaron la política. La opción que tienes es crear una cuenta de Microsoft gratuita y decirle al cliente que te de de alta esa.
– Bueno bueno, voy a investigar y ya veré lo que hago.
– Como veas.

 

El móvil sigue sonando. Lo descuelgo mientras voy al despacho, y el teléfono de éste también está sonando. Miro al auditor con cara de paciencia mientras vuelvo a rechazar la llamada del móvil y cojo el teléfono del despacho.

 

– Sistemas…
– ¡ManOwaR! ¿Dónde estabas?
– Atendiendo a un luser en su sitio. ¿Quién eres y qué quieres?
– Ah nada. Soy Cafeína, de recursos humanos. Es que como no te veía en tu sitio no sabía dónde estabas.
– ¿Y qué pasa? ¿Me estás vigilando?
– No, es que es mi responsabilidad saber dónde está todo el mundo.
– Pues ponme un localizador GPS. Me levanto constantemente a atender a lusers, a mear, a fumar o a echarme una partidita al futbolín en el bar de Manolo. No me molestes para tus mierdas paranoicas.
Clac.

 

Joder, hasta los huevos ya… Le desvío todas las llamadas salientes al bar de Manolo. Que le pregunte a él si me ha visto, si eso.

 

No me apetece sentarme en mi equipo y ver que tengo tropecientos correos de lusers quejándose de que no les funciona el correo (YEAH, son todos así), así que me paso otra vez por el sitio de ChoseMe Deauville a ver si al final ha recapacitado. No está en su sitio, y cómo no, ha dejado el equipo desbloqueado. Veo en su pantalla que tiene una conversación abierta en Lync, del compañero de al lado, Pintao, quien le dice “que conste en acta que no me creo nada de lo que te ha dicho”. Sabelotodismo supino. Porque yo me invento cualquier justificación sin fundamento con tal de no hacer mi trabajo, y ellos saben más, por supuesto, dónde va a parar. ¿No?

 

Decido que es hora de aplicar castigos. Por lo pronto ChoseMe tiene un nuevo fondo de escritorio la mar de chulo (lo podéis descargar y usarlo si queréis).




Pintao está en su sitio, así que no puedo hacerle nada in situ. Así que voy para mi sitio, con el auditor pegado a los talones. Él no sabe lo que he visto en la pantalla de Deauville, así que pone cara extraña cuando me ve enchufar VNC al equipo de Pintao y empiezo a apretar teclas al azar mientras él intenta redactar un correo a compras.

 

– ¡Mec mec! ¡mec mec!- no falla.
– Sistemas…
– ¡ManOwaR! Soy Pintao. Que mi teclado está haciendo cosas raras.
– Estará lleno de mierda. Límpialo.
– Pero para eso tenemos servicio de limpieza, ¿no?
– Los de la limpieza le pasan un pañito por encima, pero seguro que debajo de las teclas tienes hasta musarañas.
– Pues yo paso de limpiarlo, ¿eh?
– Ah, no te preocupes. Es equipamiento informático así que es mi responsabilidad. Espera que voy y te lo dejo como los chorros del oro.
Clac.

 

El auditor me mira con cara de estar alucinando. Lleva viéndome trabajar todo el día y ya empieza a conocerme, así que le resulta raro que “ceda” tan fácilmente a limpiar la mierda de un teclado de un luser.

 

Voy para el departamento de márketing, y me acerco a Pintao con mi mejor sonrisa.

 

– Bueno, pues ya estoy aquí. A ver, aparta que voy a limpiarte el teclado…- Pintao se queda mirándome como buscando dónde tengo el paño y el KH7.

 

Agarro el teclado con una mano mientras aparto con la otra a Pintao, que se desliza sobre las ruedas de la silla. Giro el teclado 180 grados para ponerlo boca abajo, y comienzo a golpearlo despacito por la parte de atrás. A la mesa empieza a caer un cúmulo de sustancias indeterminado (pero con muchas migas y pelos) hasta casi cubrir toda su superficie. Incremento el ritmo y la fuerza de golpeo, y además de porciones de mierda empiezan a caer teclas.

 

Pintao me mira con cara de pánico, y el auditor con cara de incredulidad.

 

Yo finalizo la tarea estampando el teclado contra la mesa. Empiezo, con mucha delicadeza y amor, a colocar las teclas que se han desprendido de su lugar correspondiente. Le dejo el teclado, ya limpito, encima de la mesa pero un poco apartado, y con un cúmulo de toda la mierda que ha salido de éste encima de la mesa, justo en frente de Pintao, donde tendría que estar el teclado.

 

– Bueno pues ya está. Ahora solo tienes que esperar a que mañana a primera hora venga la de la limpieza para que te limpie la mesa.

 

Cuando me quiero dar cuenta, está todo el departamento de márketing mirándome mientras me marcho, con el auditor pisándome los talones, las manos juntas casi a la altura de los huevos, sus ojos mirándose la punta de los zapatos. Por lo menos me he desestresado un poco (aunque el hacha que tengo en el CPD habría sido mejor), y la cara que se le ha quedado a Pintao me hace pensar que la próxima vez se lo pensará dos veces antes de criticar.

 

En fin, finaliza el día y el auditor se marcha. Creo que ha tenido suficiente conmigo, porque no me vuelve a molestar en toda la semana, ni en la siguiente. Sin embargo, un buen día, recibo un correo de la jefa de recursos humanos citándome en su despacho al día siguiente a primera hora, así que para allá que voy cuando llega el momento de la cita.

 

– Buenaaaaaaass… – saludo jovial como siempre al entrar por la puerta de su despacho. Me siento en una de las sillas que Cafeína tiene en frente de su mesa, pongo una pierna encima de la rodilla y me quedo expectante.

– Buenos días, ManOwaR.
– A la paz de Chuck, hermana.
– A ver, te quería comentar algunas cosas sobre la auditoría del otro día.- dice mientras me tiende una hoja de papel. La cojo y tras una lectura rápida me quedo con dos de las frases:

“Informático demasiado estresado”
“Necesario más personal en el departamento”

Asiento y miro a Cafeína. Ella tiene la mirada perdida. Veo las lagunas de Escocia en sus pupilas.

– La auditoría ha sido poco favorable en el departamento de informática. Según ellos estás demasiado colapsado y necesitas a alguien que te eche una mano.
– Hombre, colapsado no. Me manejo.- pongo mi mejor cara de sinceridad.- pero sí es cierto que estoy un poco hasta las narices de que los lusers piensen que estoy a su disposición 24×7. Quiero tener fines de semana. Y vacaciones. Sí que vendría bien otra persona que pueda suplir mis ausencias, la verdad.
– Vale, pues deseo concedido.
– ¿En qué sentido? Porque deseo un lanzallamas y eso también solucionaría la partida.
– Pero qué bruto eres.- la miro con cara inocente, de nuevo, pero con media sonrisa en la cara.- no, te vamos a poner a una persona de apoyo en el departamento.
– ¿Por fin un esbirro?
– Sí.
– ¡Por fin un esbirro!.- me levanto y voy saliendo del despacho, con los brazos levantados y gritando a lo loco, con la mirada perdida.

 

¡POR FIN UN ESBIRRO!


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