jueves, 3 de febrero de 2022

El hombre que no deja huellas

 

Hay veces que cuando estás en el paro, tienes que aceptar cualquier trabajito que te salga para poder llevar comida a casa, y es el caso de esta historia. Recibí una llamada de un conocido que me ofrecía un contrato por obra y servicio para implementar un sistema de fichajes por huella dactilar en una pequeña empresa cercana. El tema me pareció muy sencillo, y como me iba a ganar unas perras por poco trabajo decidí aceptar…

Me di cuenta de mi gran error al llegar a la pequeña empresa. Resulta que se trataba no de una oficina, ni siquiera una nave en un polígono. Era tan pequeña que estaba ubicada en una casa, como la tuya o la mía, estimado lector. Llamo a la puerta y tras medio minuto “alguien” abre la puerta dejándola entornada, sin asomarse a ver quién era ni preguntar. Pues bien. Al entrar, una veintena de empleados estaban pululando por el salón como Pedro por su casa, literalmente. Pero bueno, el caso es que como no tenían ningún control para saber cuándo empezaba y terminaba la jornada laboral del personal, el $Boss quería instalar un aparatico de huellas dactilares que de hecho ya tenían comprado…

Tras leerme el manual de instrucciones, el aparato en cuestión resultó bastante simple: tiene una pequeña memoria que guarda en local una base de datos de huellas dactilares (como el iPhone 5S pero sin enviarle los datos a la NSA) de los empleados, aunque estos también pueden optar por meter un código de acceso consistente en un número de dos dígitos con el cual la máquina les identifica, mas una contraseña personal. Por ejemplo, Pedro tiene asignado el número 13, así que tan solo debe marcar 1-3 y luego el código que él quiera y que solo él sepa. Sencillo, ¿verdad? Nada más lejos de la realidad…

Una vez configurado el cacharro, me dispuse a aleccionar a los 20 empleados incluyendo al $Boss sobre cómo fichar al entrar y salir. Simple, poner la huella dactilar y hecho, y en el caso de que por el motivo que sea (hay gente que tiene las huellas dactilares desgastadas de tanto “trabajar” con la pleiesteishon) no funcione la huella, cada uno tiene asignado un código único. En un solo día estaba todo instalado, funcionando, y los lusers con la lección aprendida.

No obstante, unos días más tarde y creyendo yo que mi trabajo ahí había finalizado, recibo una llamada del $Boss diciéndome que me pase por la “oficina” porque hay gente que tiene problemas con el lector de huellas. Al llegar me estaba esperando con SecrePortable. Este personaje es el secretario de todos los jefecillos de la empresa (que no son pocos, ahí todo cristo es jefe de algo HOYGAN), y cada vez que alguien necesita sus servicios allá que va con su portátil. SecrePortable de los de la vieja escuela. Bien, pues este hombrecillo es una de esas personas que no pueden usar sus huellas dactilares porque por algún motivo el aparato no se las reconoce ni para atrás (ninguna de las 10, todo probado, nos faltó probar con las de los pies), así que no le queda más remedio que introducir su código de acceso. Pero claro, eso de tener que memorizar un número de 6 cifras es demasiado complicado para la mente de un luser así que terminó por hartarse e ir a quejarse al $Boss. Y éste por supuesto tuvo que llamar al BOFH que instaló el sistema, porque el problema es informático, no de que el luser tenga memoria de pez…

– Vamos a ver, ManOwaR, que dice SecrePortable que no puede entrar a la empresa poniendo sus huellas dactilares.
– Pues qué quiere que le diga $Boss, las huellas de este muchacho deben ser muy particulares, porque no ha habido manera de que el reloj se quede bien con ellas. Hemos probado con todos los dedos y nada.
– Entonces será que el reloj ese está mal, habrá que pedir otro.- esta es la contestación más típica del tipo que maneja la pasta de la empresa.
– Lo dudo.- replico.
– ¿Por qué?
– Porque de 20 y tantos empleados, con SecrePortable es con la única persona que ha habido problemas. Con el resto funciona estupendamente, incluyéndole a usted.
– ¡Pero todo el mundo marca con los dedos y yo no! Tengo que poner el código ese y pierdo mucho tiempo ahí.- interrumpe SecrePortable.
– Pues eso.- continúa el $Boss.- que el problema es informático y lo tienes que arreglar tú.- cómo no…
– Bueno, pues nada… si este señor no quiere usar un número de 6 cifras, vamos a tener que recurrir a un médico forense.
– ¿COMO?- responde SecrePortable ojiplático.
– Claro. Un forense al que podamos sobornar para que nos venda el dedo de un fiambre, a ser posible reciente. Y que lo haga embalsamar para que dure.

Ambos personajes se quedan callados con los ojos abiertos al máximo y la boca abierta.

– Y para que las cosas sean más sencillas, SecrePortable podría hacer engarzar el dedo y llevarlo siempre del cuello como las tribus del amazonas. Así lo tendrá siempre a mano y no tendrá que usar su contraseña.
– No lo dirás en serio, ¿no?- replica el $Boss.
– Pues no sé yo. En principio hablaba de broma, pero viendo la cara que está poniendo SecrePortable creo que ya se ve a sí mismo con el dedo de un fiambre colgado al cuello. Con tal de no tener que recordar su código de acceso…
– Bueno, ¡ya está bien! Anda ManOwaR puedes marcharte. SecrePortable vas a usar tu código de acceso y no se hable más.
– Pero…- replica SecrePortable poniendo cara de cordero degollado.
– ¡Nada! ¡Contraseña y punto!- responde el $Boss tajante.

SecrePortable agacha la cabeza y se marcha hacia su lugar de trabajo, al lado del baño de entrada de la casa. Y yo me marcho con viento fresco antes de que se arrepientan y me hagan asaltar un tanatorio…

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