En la última entrada os hablé de un luser avanzado que no merecía ni seudónimo… me equivocaba, sí que lo merece. Hoy os voy a hablar de este personaje, llamado Huchita, y de cómo la altanería de un CEO y su puta manía de contratar a sus amiguetes puede llegar al extremo de destruir una empresa.
Vamos a ponernos en situación: el CEO de la empresa es el típico que no se fía de nadie. Él es mejor en todos los puestos de trabajo que cualquiera de los trabajadores: es mejor gestor de proyectos, es mejor comercial, es mejor ingeniero, y por supuesto es mejor informático. Y es de los que piensa que si no está encima de sus trabajadores todo el día, éstos se tocan los huevos. Porque debe pensar que contrata párvulos en lugar de profesionales, no sé.
El caso es que llegó a su límite: estuvo tres meses sin venir a la oficina -aunque ya venía poco de por sí- porque estuvo ingresado con problemas de salud. Así que tomó la decisión de delegar, por fin, y dedicarse a hacer su trabajo: ser el CEO de la empresa. Todo bien, ¿no? No.
No porque claro, ¿en quién iba a delegar el trabajo? Pues en alguien de confianza, y para ello lo que hizo fue contratar a su gran amigo del alma, Huchita, este luser avanzado del que ya os hablé en la anterior entrada. Es un ser de unos 140 Kg, siempre vestido con zapatos, pantalones de talla inimaginable y camisa carísima que siempre termina saliéndosele por detrás. Siempre con el llavero de su Mercedes asomando por el bolsillo para que se vea que su status social es superior al de los demás. Y, yo supongo que siguiendo las órdenes del CEO, con una actitud de cacique y papanatas (para los de la LOGSE: metomentodo) llevada al extremo.
Por ejemplo, logró convertir una oficina con ambiente jovial y distendido en Auschwitz, con todos los trabajadores, veinteañeros y treintañeros en su grandísima mayoría, agachados en silencio sobre su teclado. Vamos que faltaba ver a Huchita agitando una regla para atizarle al primero que se moviera. Puso carteles de una monja (UNA PUTA MONJA) pidiendo silencio en algunas paredes. Puso una hucha de un cerdito para echar un euro cada vez que se dijera un taco o se levantara la voz. En fin, una serie de catastróficas decisiones que terminaron por minar la moral a todo el mundo. Que, por mucho que yo los llame lusers, en esa empresa hay gente muy buena y muy válida. Los mejores en su campo en algunos casos, me atrevo a decir y sin miedo a equivocarme.
El caso es que este tipo parece que se propuso tocarme los huevos todo lo que podía y bajo cualquier circunstancia, hasta que me hizo pensar que estaba buscando el que me pirara para meter a algún colega suyo. De verdad os lo digo. Así, estuve unos 7 meses sufriendo un acoso laboral constante, pero constante hasta el punto de que no se cansaba de darse contra una pared y que le salieran los tiros por la culata cada vez que intentaba pillarme en algo (SPOILER: jamás lo consiguió, por fortuna yo SÍ que soy un profesional), que él erre que erre con una testarudez digna de los enanos de Moria.
Hasta que, al final, un día se me hincharon los huevos. Todos trabajamos a cambio de dinero, que nadie os engañe, y por mucho que te guste tu trabajo o que estés a gusto o a disgusto, trabajas por dinero. Pero lo que no es asumible es estar meses con una mosca cojonera persiguiéndote y cuestionando todo lo que haces. Ejemplo: llegó la hora de renovar los PCs de los lusers. Eran NUC de 5 años y ya se arrastraban. Así que preparé un documento de 7 páginas con todo al milímetro, donde detallaba el por qué de cada elección de componentes en base al tipo de usuario, las aplicaciones que usa, etc., e incluso qué se iba a hacer con los equipos que jubilábamos. Un trabajo, y no es por echarme flores, de 10 sobre 10. Bueno, pues llegó Huchita y se puso a cuestionarme la elección del procesador… y ya se encendió la mecha.
Al día siguiente le escribí un email al $boss (porque pillarle en la oficina en persona era misión imposible) contándole cómo estaba la insostenible situación, a lo que me respondió que tomaba eso como mi carta de renuncia, lo cual confirmó mi sospecha de que estaban buscando que me pirara para poder poner a algún amiguete, más manipulable que alguien con criterio propio. Así que, al día siguiente redacté una carta de renuncia con fecha del día anterior y la presenté en RRHH dando los 15 días de rigor.
En esos 15 días todo eran caras largas por parte de los jefes, pero de hecho el CEO no apareció por la oficina hasta el último día, el de mi despedida. Durante esos días yo ayudé en todo lo que estuvo en mi mano, e incluso me vi obligado a darle formación a Huchita porque ni siquiera se molestaron en buscar otro informático. Porque claro, un luser avanzado puede hacer de sobra el trabajo de un BOFH. Y así, llegó el día del final. Me despedí de todo el mundo y me marché. Y oye, al salir por la puerta como que el sol iluminaba más, o esa fue la sensación que tuve en ese momento.
Lógicamente, mi último día fue un viernes y el lunes ya empecé en otro trabajo, pero eso es arena de otro costal que os contaré más adelante.
El caso es, y ahora me permito hacer un inciso, que ya podréis imaginaros qué pasó en los días siguientes. Y os prometo que me fui de buenas y de buena fe, sin dejar nada preparado tras mi partida ni nada parecido, fui totalmente transparente con todo y, como digo, me marché de buenas y dejando unas grandes amistades allí. Pero como dice el gran @vfmbofh…
«Ya podéis tener SysOPs,
DevOPs, Agiles, Clouds y todo tipo de smokeware. Aseguraos de que en vuestra IT
Cave haya un buen Old School SysAdmin o lloraréis sangre (y dinero) más pronto
que tarde.«
Y esto es la cruda realidad, y más en una empresa con tres sedes a nivel internacional y que solo tenía un informático para todas ellas.
Resulta que hace unos días tenía que pasarme por el taller que hay al lado de mi ya antiguo curro, y decidí darle un toque a algunos compañeros para tomar algo cuando salieran de trabajar. Bueno, para empezar, tres de ellos no pudieron venir… habían quedado conmigo pero se tuvieron que quedar porque había un marronazo de tres pares de cojones e imposible salir a tiempo (y encima en viernes). No obstante, con otros dos sí que pude quedar y me estuvieron contando…
Resulta que el servidor de producción para una de las aplicaciones más importantes de la empresa iba muy, muy lento, y los lusers se quejaron. ¿A quién? A Huchita. Y éste dijo «pero si solo es un SQL, eso lo arreglo yo» y claro, ahora ya no hay servidor de producción.
Contrataron a un informático a través de Linkedin, uno de esos de chorrocientos años de experiencia, Agile, Clouds y todo tipo de smokeware. No llegó al segundo día, y tras una llamada por Skype con el CEO recogió sus cosas y se marchó sin decirle adiós a nadie. Ahora, hace poco, ha entrado un amigo del alma de Huchita. Pero amigo hasta el punto de que se supone que entra a las 9:00, llega, deja sus cosas y se marcha con Huchita a desayunar para volver a las 10:30 entre jijí y jajá. Y los lusers sin poder trabajar.
Dejando de lado que el servidor de producción ya no funciona, la VPN tampoco y que el informático que tienen ahora no sabe hacer la O con un canuto, no sé cómo estarán las cosas pero me han hecho pensar que qué bien hice en salir corriendo de allí. Resulta que el CEO está tan cabreado que está «amenazando» con cerrar la empresa y abrir otra nueva en Valencia. No os digo nah.
En fin, ya os iré contando -cuando pueda- mis nuevas andanzas. Pero aquí he cerrado un capítulo muy importante en mi vida y ahora estoy mejor que nunca. Aunque claro, sigue faltándome el tiempo.
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